El puerto, en toda su dimensión, tanto el comercial como el de pesca y el de pasajeros, con unas características singulares que han sido reconocidas desde tiempos históricos, son, a veces, lo que único que le ayuda a mantener el ritmo. Porque en los últimos años la gestión portuaria ha resultado —y sigue resultando— nefasta. Tan nefasta que produce la impresión de cierta intencionalidad para beneficiar al puerto de Marín y al de A Coruña en mercancías y en pasajes, respectivamente, y, a su vez, como consecuencia, al de Oporto. Una vez más, la ciudad de Vigo resulta pisoteada por los intereses de A Coruña, donde a diferencia de Vigo, el empresariado está totalmente apiñado en la defensa de los intereses comunes de su propia ciudad y ejerce la influencia que se percibe a través de la realidad que comentamos, para que Vigo no crezca al ritmo que se merece. Durante muchos años, Vigo ha consentido que la pisotearan, quizá por la incompetencia de quienes la han gobernado o porque aspiraban a algún tipo de recompensa personal. Hoy, en cambio, lo que nadie duda, sobre todo a pie de calle, es que la Alcaldía de Vigo, con Abel Caballero al frente, ha asumido la justa y necesaria defensa de la ciudad, sin embargo, lo que también hace falta es que el empresariado vigués y la ciudadanía cierren filas en torno a unos intereses que son de todos.