La proliferación de los envases plásticos se han ido haciendo cada vez más populares desde la década de los años sesenta del pasado siglo XX, a pesar de que sus inicios se remontan a la segunda mitad del siglo XIX. Actualmente existen numerosos tipos englobados en dos grandes grupos: los termoplásticos —que se derriten con el calor y se licúan—, y los termoestables —que resisten el calor y no se funden—. Con sus diferentes propiedades y utilidades, los plásticos han conseguido abrirse camino en la vida cotidiana y no resulta fácil su sustitución y mucho menos su eliminación. Hoy en día usamos el polipropileno (PP); el poliuretano (PU); el policloruro de vinilo (PVC); el poliestireno (PS); y el tereftalato de polietileno (PET), entre otros. Pero las ventajas innegables de esos nuevos materiales artificiales creados por el ser humano parecen contrarrestadas por su dificultad de eliminación. En algunas localizaciones marinas, los plásticos han creado islas de enormes dimensiones que afectan sensiblemente a la flora y a la fauna. Esas agrupaciones de deshechos plásticos son la consecuencia de una eliminación incontrolada en la que todos tenemos una parte de responsabilidad. Valga como muestra esta fotografía en la que se observa una botella de plástico que flota sobre el mar. Si cada persona arrojara un envase plástico al mar el efecto sería catastrófico. Por eso es muy necesaria la divulgación de esta situación dramática y luchar por un compromiso ecológico eficaz.