Animó Balaídos desde el principio, la misión eran tan complicada que nadie esperó a que el juego del equipo lo levantase de su butaca. Empujó la grada, que entró en el estadio tras un recibimiento espectacular en la desembocadura de Fragoso. Pero dentro no hubo lleno, ni mucho menos. Algunos decidieron quedarse en casa, la fe en estos casos va por barrios y la remontada se convirtió para bastantes celtistas en una utopía inalcanzable.
A pesar de que las gradas no estaban llenas, el ambiente fue magnífico. Los que fueron se entregaron sin descanso, gritaron, cantaron y saltaron cuando por fin el Celta logró abrir la lata sevillana.
El gol de Aspas fue el detonante para empezar a creer. “Sí se puede, sí se puede”, bramó Balaídos mientras Aspas, Wass y Guidetti levantaban los brazos reclamando más apoyo desde las gradas. “Faltan 3 para ir a San Mamés”, se escuchó como respuesta.
Y tras el descanso llegó la locura. El portero sevillista como un flan, fallo clamoroso de Aspas y gol en la siguiente jugada, gol de Banega, penalti a Guidetti y fallo del sueco. En diez minutos, las pulsaciones pasaron de 0 a 100, del sueño al desconsuelo. No desfalleció nadie en Balaídos, habían venido a soñar y apretaron hasta el último minuto. Se podía, se intentó y no se consiguió, pero la afición del Celta demostró que su fe es inquebrantable. Acabó ovacionando a los suyos y coreando A Rianxeira.
Afición del Sevilla
Un grupo de 100 aficionados del Sevilla, los más radicales del equipo andaluz, llegaron a Balaídos escoltados por un fuerte dispositivo policial. Llegaron gritando consignas contra el Celta y a favor del Deportivo. Ellos fueron los primeros en ocupar el lugar destinado a la hinchada visitante, en la grada de Gol, y posteriormente fueron accediendo al campo el resto de los seguidores sevillistas.