Unos centenares de metros con miles de personas cada jornada. En el epicentro urbano de las tiendas y las bolsas hay espacio para el más puro capitalismo, también para la cultura y para los artistas que intentan ganarse la vida pasando la gorra. Viejos elementos que nunca mueren entre el lucerío municipal y los neones de los establecimientos. Un paseo de algo más de siete minutos que se quedan en poco más de dos en el siguiente vídeo.
En tránsito comienza en un exitoso árbol de luces, punto clave de los ‘selfies’ y que relegan al Dinoseto a un segundo lugar. Tras descender por la pasarela llega el serpenteo sobre el empedrado siempre abarrotado al atardecer. Está el padre tirando del carrito, la pareja agarrada o el mimo que trata de encadilar a los más pequeños. En esta ocasión, toma forma de peregrino y saluda mientras los mayores sacan unas monedas del bolsillo. Los hay un poco más ingeniosos y, probablemente, con menos talento. En este grupo está piolín y sus compañeros de la animación. Una figura amarilla en forma de pájaro significa éxito seguro.
Y, entonces, los villancicos de la megafonía comienza a mezclarse con gaitas. Avanzamos y se escuchan las panderetes. Príncipe empequeñece. Atasco y tumulto. Es una banda de música, perfectamente vestida, que hacer sonar sus instrumentos y entona música popular. Llegó toda la familia, están las voces agudas de las más pequeñas, los abuelos con el tambor y las madres bailando. Con las primeras gotas de lluvia de la tarde llega la foto de familia. Antes, los móviles de última generación se encargaron de apartar por unos segundos el ansia consumista. Fue el efecto de las gaitas.
Otro efecto, la llamada del estómago, se acentúa cuando llega a los oídos otro clásico: «Barquillo». En una esquina, al lado de la puerta, está la clásica galleta llamando a los viandantes. Muchos se detienen y otros continúan para admirar la fachada del Marco. Siempre solemne con su escalinata. Allí siempre hay más espacio y una nueva música llega a los ídos. Esta es desconocida, pero los ropajes que acompañan a sus intérpretes la sitúan a los Andes. Sin mucho temor a equivocación, los ojos nos dicen que una tarde cualquiera en Príncipe se pueden escuchar melodías andinas del Perú. Músicas del mundo en Vigo.