A las voces críticas de muchos de los trabajadores, se unen poco a poco las quejas también de los propios pacientes y sus familias, que lamentan que el tener un familiar ingresado en el hospital de Beade suponga «un lujo» que no todos se pueden permitir ya que, aseguran, el gasto medio ronda los «quince o veinte euros al día».
«Y eso que nos traemos el agua de fuera y muchas veces la comida. Tampoco aparcamos en el parking pero si te pasas aquí todo el día entre los cafés y la televisión ya se va el dinero», explica Carlos, cuyo suegro lleva una semana ingresado a la espera de una delicada operación de estómago. «Esto es como estar en un hotel de lujo porque hay que pagar por todo», subraya el yerno de Laureano, que ya estuvo dos semanas ingresado en el Meixoeiro antes del traslado.
Residente en Mos, su operación se frustró porque tuvo un fallo cardíaco y fue necesario implantarle un marcapasos. «El médico llega y nos dice que a ver si le operan el miércoles, que si no tiene a su equipo aquí que no lo hace, y nosotros boquiabiertos porque nos dijeron que era una operación urgente que si no no llegaba a los dos meses y ya estamos a punto de cumplirlos», explica Carlos, que añade que su suegro «está convencido de que lo van a matar y dice que en cualquier momento coge las maletas y se va a casa».
La contrapartida, añade, es que no existen las «comodidades» que deberían ir unidas a «un hotel de lujo» y a pesar de que admite que hay muchos problemas que son inherentes al traslado, cree que muchos de ellos no tienen cabida en un hospital de nueva construcción. Entre ellos, la ya criticada ausencia de mampara o plato de ducha que provoca que todo el cuarto de baño se inunde tras una ducha «y también la habitación si la ducha es un poco larga». Para las habitaciones «hay solo un sofá cama para dos camas por lo que no sé cómo nos las arreglaremos cuando tengamos que quedarnos por la noche con mi suegro, lo de las habitaciones individuales ya no existe, debe ser que ya está al completo el hospital», ironiza.
Fundamentalmente, Carlos se queja de la «evidente falta de personal» que se traduce en personas mayores que se pasan horas sin que les cambien el pañal o en que las bolsas de la lencería siguen tiradas en los pasillos a las seis de la tarde. La mayoría, añade, «vagan perdidos» por el hospital, con «un libro» con instrucciones de dónde están las cosas. «Yo entiendo que una transición siempre es complicada pero es que falta mucha gente, antes en un ala del Meixoeiro había tres enfermeras y ahora, teniendo en cuenta que están unificados Meixoeiro y Xeral, te encuentras con que hay solo dos, en el mejor de los casos», prosigue.
«Los trabajadores están cabreados, frustrados, te encuentras a enfermeras llorando de impotencia ya que además, son las primeras a las que los pacientes y los familiares atacamos sin que ellas tengan la culpa de lo que ocurre», afirma Carlos, que indica que ha ido a solicitar la hoja de reclamaciones pero que le han dicho que solo se entregan en horario de mañana de lunes a viernes.
La comida se merece, según Carlos, un capítulo aparte en las quejas ya que además de ser escasa y de «pésima calidad», no existe un horario fijo por lo que «un día te la sirven a la una y al día siguiente a las tres de la tarde». Su suegro, a la espera de una operación de estómago, tendría que alimentarse de pescados y carnes y, sin embargo, «lo que le traen de menú son unos macarrones con aceite nadando, sobre todo, en agua». «Tenemos que traer comida de casa porque es una vergüenza», asegura. También el agua es un problema ya que aunque a Laureano le prescribieron en el Meixoeiro agua embotellada, en el hospital de Beade «o la traemos de casa o la compras aquí, y medio litro cuesta un euro, porque el agua del grifo tiene muy mala pinta». Hay algunas fuentes, manifiesta, pero «son solo para el personal».
Carlos hace referencia también al excesivo coste del aparcamiento de urgencias recordando un tuit subido este mismo sábado a la red social Twitter por @EstafaCunqueiro mostrando una factura de 27 euros por dejar el coche durante 8 horas y 18 minutos. «Estar enfermo ahora es un lujo al que no todos podremos hacer frente», lamenta.