En el corazón de Bouzas, el verano no se despide con un suspiro melancólico, sino con un estallido de ritmos retro y disfraces vibrantes. Hace seis años, un puñado de vecinos impulsó el guateque «Abur verán» como un gesto entrañable para cerrar la estación estival, y lo que nació como un capricho comunitario se ha erigido en icono indiscutible del septiembre olívico. Organizado por la Asociación Cultural Vila de Bouzas, este evento transforma la Alameda Suárez Llanos en una máquina del tiempo que evoca los guateques de los sesenta, setenta y ochenta, cuando la música era pretexto para la reunión y el baile, un bálsamo contra el hastío cotidiano.
El próximo sábado 27 de septiembre, a las 20:00 horas, la alameda se llenará de hippies con flores en el pelo, rockeros de cuero raído, punkis con crestas imposibles y verbeneros de falda plisada. Familias enteras, desde abuelos que reviven sus juventud hasta los más pequeños de la casa que descubren la fiesta en herencia, se congregarán junto al palco para dejarse llevar por los acordes del grupo local Sehiba. No es solo una verbena: es un acto de resistencia cultural, un recordatorio de que en Vigo, el mar y la tradición se entretejen para tejer identidades colectivas.

De la nostalgia al barrio vivo
Todo comenzó en 2019, cuando la Asociación Cultural Vila de Bouzas, con su pulso vecinal y su mirada puesta en las raíces del barrio, decidió que el fin del verano merecía más que un lamento por los días menguantes. «Queríamos despedir o verán dunha maneira especial», recuerdan sus promotores, y así surgió «Abur verán», un guateque callejero que invitaba a disfrazarse y a bailar bajo las estrellas. La pandemia lo pausó en 2020 y 2021, pero su regreso en 2022, con pelucas ochenteras y empanadas compartidas, selló su estatus de clásico. Edición tras edición (la tercera en 2023, la cuarta el año pasado), ha crecido en aforo y en cariño, atrayendo a miles que ven en Bouzas no solo un puerto pesquero, sino un pulmón festivo de la ciudad.
La Alameda Suárez Llanos, con su arboleda, es el lienzo perfecto. Aquí, el guateque no impone entradas ni protocolos: es un espacio abierto donde el disfraz se convierte en pasaporte a la alegría. Sehiba, banda local de pop y rock que ha sido el alma sonora del evento, despliega un repertorio que salta de los Beatles a Mecano, pasando por himnos gallegos adaptados al beat retro.
Un carnaval otoñal en la ría
¿Qué hace de «Abur verán» algo más que una fiesta? El disfraz, sin duda. La organización insta a los asistentes a desempolvar armarios y recuerdos: camisas floreadas para evocar el flower power, pantalones de campana para los setenta, hombreras imposibles para los ochenta. En ediciones pasadas, la alameda ha sido un desfile improvisado de personajes que borran generaciones: abuelas como Twiggy, padres como Mick Jagger, niños como punks en miniatura. Este elemento lúdico no solo inyecta color (literal y metafórico), sino que democratiza la diversión, convirtiendo a extraños en cómplices de una noche que huele a salitre y a vinilo viejo.
Bouzas amplifica el hechizo; el barrio, que resiste el embate de la modernidad con sus astilleros y sus tabernas centenarias, encuentra en el guateque un contrapunto vital. En un septiembre que ya huele a castañas y a vendimia, «Abur verán» ofrece un último estertor estival, un puente entre la despreocupación playera y la rutina que acecha. Para los vigueses, es más que un plan: es un mandato ético, una excusa para reivindicar el ocio comunitario en tiempos de pantallas y prisas.