Las obras de la Avenida de Madrid comenzaron de forma ‘simbólica’ el pasado 5 de mayo, día en el que el alcalde Abel Caballero lanzaba la reforma «más esperada de los últimos 30 años», como bien subrayó en ese momento, con un acto de primera piedra, pala en mano incluida.
Y a punto de cumplirse cuatro meses, los trabajos ya se dejan sentir de cierto modo para los conductores en forma de ‘scalextric’ por los múltiples cambios y reorganización del tráfico que, día tras día, se lleva a cabo en el largo vial para que los operarios de la UTE adjudicataria -conformada por las empresas Oreco Balgon y Covsa- puedan avanzar en los trabajos sin importunar demasiado en la circulación viaria.
Lo cierto es que cualquier conductor que recorra el vial estos días ya puede observar una imagen bien distinta. Las características y «feas» verjas que poblaban la avenida ya son prácticamente historia y, de hecho, los trabajos se centran ahora en la retirada de las vallas de hormigón donde iban colocadas así como en ciertos semáforos con el objetivo de dejar completamente «desiertos» los carriles de circulación.
Una fotografía que ya empieza a vislumbrar el carácter de humanización que se pretende implantar, lo que permite ciertos movimientos en momentos de urgencia -que hasta ahora no se podrían realizar-, como por ejemplo, el paso de ambulancias de unos carriles a otros para responder a las emergencias necesarias.
Las retenciones de tráfico son, por ahora, asumibles por los cientos de conductores que a diario recorren la avenida de entrada y salida a la ciudad, con momentos más lentos que otros pero que se están resolviendo -a priori- de buena manera debido al plan de tráfico implantado y a la regulación por parte de agentes de la Policía Local.
Con todo, la obra -que cuenta con un plazo de ejecución de 20 meses y un presupuesto que asciende a los casi 17 millones de euros– se espera que tenga una carga mayor para la circulación y mayores restricciones en cuanto se pase a las siguientes fases de humanización.
Sin embargo, el regidor vigués siempre apuntó que, pese a las dificultades organizativas que podría conllevar, la premisa es mantener al menos dos carriles por cada sentido en las horas punta para minimizar lo máximo posible el impacto en los conductores que utilizan la vía a diario.