El perfil urbano de esa zona cambiará notablemente y el antiguo asilo dejará de albergar a personas desfavorecidas y sin recursos. Realmente ha terminado convirtiéndose en un picadero en el que muy pocas personas se atreverían a entrar. Con el nuevo proyecto se construirán nuevas edificaciones y el lugar, que resulta privilegiado, sólo será asequible para los bolsillos más pudientes; algo inevitable. Los más desfavorecidos se verán obligados a buscar un nuevo asentamiento en otros edificios abandonados hasta que los intereses inmobiliarios y urbanísticos vuelvan a obligarlos a desplazarse otra vez, como una rueda que no deja de dar vueltas en torno a la suerte que les ha tocado vivir.