Aunque todo transcurrió “muy rápido” y fue “como un sueño”, este trabajador de las obras del AVE de 32 años acaba relatando lo ocurrido paso a paso y con cierto detalle. El accidente tuvo lugar en Cerdedelo, donde se instalará la estación Cerdedelo-Laza, “unos quince minutos antes de las dos de la tarde” del 23 de marzo, “el miércoles de Semana Santa”. En ese momento, una amasadora de hormigón le prende el brazo por la parte superior de la muñeca y se lo revienta. La mano y el antebrazo solo quedan unidos solo por un tendón y un nervio. Un compañero suyo lo asiste y lo traslada velozmente al centro de salud de Laza.
“En diez minutos estaba en el centro médico con calmantes y todo. Y siete o diez minutos después me subían al helicóptero”, revela. Al ingresar en Povisa “ya tenía asimilado” que “no iba a recuperar la mano”. Estaba “colgando”, confiesa. De hecho, como si de un mecanismo de defensa se tratase, incluso llegó “bromeando”.
El doctor Enrique Moledo, del servicio de Cirugía Plástica y Reconstrucción de Povisa, fue el que estuvo a su lado en todo momento, un hombre que “inspira confianza”, en palabras del propio Óscar. Antes de entrar en el quirófano le explicó que intentarían salvar la mano y la respuesta fue una mezcla de resignación y esperanza: “Haz lo que puedas”.
El resultado de la operación, que se prolongó durante siete horas, fue exitoso, en gran parte al buen estado en el que entró el paciente gracias a la atención recibida en Laza y por el 061 durante el traslado. “Ya tenía asimilado que iba a perder la mano y cuando me desperté… ¡ostras! Unos fenómenos”, relata Óscar entre risas en referencia al equipo médico. “No contaba con ella”, añade.
“No siento la mano”
Ahora mismo cuenta con una movilidad escasa y su sensibilidad es residual, pero la acabará recobrando. “Estoy bien pero no siento la mano. Me toco los dedos y no los siento”. Aun así, puede moverlos ligeramente. “Unos toques le doy”, dice.
Aunque se siente “muy contento” tras la operación, Óscar tiene claro que en sus planes no entra volver a su puesto de trabajo. “No creo que vuelva. Ni quiero”, sentencia. Lo que necesita es “descanso” y centrarse en la rehabilitación, que puede durar dos años.
Además, todavía tendrá que ser sometido a alguna operación menor. Poca cosa, en cualquier caso, comparado con lo que ha tenido que pasar.
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