Sin embargo, lo más triste es que esa entrega absoluta y desinteresada en muchas ocasiones se cobra la vida de alguno de sus miembros, y nunca son suficientes las muestras de reconocimiento y agradecimiento de la sociedad española.
Conviene recordar que la Guardia Civil se fundó para evitar la inseguridad existente en los caminos después de que España se liberara de la ocupación francesa en el siglo XIX, justo después de la Guerra de Independencia. En aquella época los caminos estaban llenos de bandoleros que, por cierto, ya existían desde los tiempos de los romanos y que habían sido utilizados para las luchas de guerrillas. Al terminar la mencionada guerra quedaron diseminados por las zonas más agrestes de España formando grupos de bandoleros, nombre que deriva de aquellos que formaban parte de algún bando de busca y captura. Entre otros, eran muy famosos El Tempranillo y Luis Candelas.
Más tarde, la desamortización de Mendizábal, en 1836, expropiando las tierras pertenecientes al clero y repartiéndolas entre el pueblo, incrementó todavía más la inseguridad ciudadana. Ese conjunto de circunstancias propició la necesidad de crear, en la primera mitad del siglo XIX, un Cuerpo de Seguridad que estuviera al margen de los cambios políticos. Y así fue como el segundo duque de Ahumada, Francisco Javier Girón y Ezpeleta, fundó la Guardia Civil en 1844, durante el reinado de Isabel II.
El escudo de la Guardia Civil, cuyo significado desconocen muchas personas, muestra un haz de líctores, que significa autoridad y que deriva de la Roma clásica. Los líctores eran funcionarios públicos que realizaban labores de escolta a los magistrados además de garantizar el orden público y custodiar a los prisioneros. Junto al haz de líctores también aparece una espada en posición de rendida que indica sumisión de la fuerza al servicio de la autoridad.
Las páginas de la historia de la Guardia Civil van unidas, desde su fundación, a la historia de España. Algunas páginas son muy amargas y tristes, otras están llenas de honra, sacrificio y entrega, y unas cuantas, que aún permanecen desconocidas para la ciudadanía, representan el espíritu de un Cuerpo que no busca el protagonismo, sino el servicio a la sociedad española. Esto último se refleja en la obra “Los Riberos del Salor. Sus gentes, sus perdices, aguardos, barrancos y sus reclamos”, de José Murillo Sánchez y editado en el año 2008 por la Editorial Canchales.
Se trata de una obra de algo más de trescientas páginas dedicada a la caza de la perdiz con reclamo y ambientada en una finca de Alcántara, en Cáceres. En diferentes páginas del libro se hace referencia a la labor educativa de la Guardia Civil en los pueblos perdidos de Extremadura. Cuando pasaban por los pueblos enseñaban y dejaban deberes a las niñas y niños de las aldeas y luego, la siguiente pareja que pasaba por allí les tomaba la lección.
Así les iban enseñando primero a leer y a escribir, y luego les ponían tareas de lectura de una de aquellas enciclopedias que reunían todo el saber de la época y les enseñaban la resolución de cuentas. Una labor muy meritoria que ha permanecido —y que todavía permanece— desconocida, y que es preciso divulgar.
Desde aquel año 1844 hasta hoy han acontecido muchos hechos históricos en España. Paralelamente, la Guardia Civil ha ido experimentado una evolución trascendente hasta abarcar los campos de especialidad profesional más complejos, en los que ha obtenido y sigue obteniendo numerosos éxitos profesionales.
Su entrega es absoluta y desinteresada en beneficio de todos los españoles, con una lealtad y con un código deontológico (“Cartilla de la Guardia Civil”) que recoge la moralidad de sus miembros, la honradez y la formalidad, y que se resume en un breve, pero importante párrafo: “el honor es la principal divisa del Guardia Civil y debe, por consiguiente, conservarlo sin mancha. Una vez perdido, no se recobra jamás”.