Después de su exitosa eliminatoria de cuartos, el conjunto céltico ha demostrado categoría suficiente para superar a los de Emery, un rival durísimo por su calidad y la experiencia que atesora en este tipo de encuentros. Sin embargo, nadie duda que serán dos partidos complicadísimos con la vuelta en Balaídos como factor positivo. Curiosamente, entre medias ambos equipos se verán las caras en Liga y en Vigo para luchar por Europa. Serán tres partidazos en apenas una semana. Una locura. Ojalá el Celta pueda repetir el próximo jueves en el Pizjuán la brillante actuación liguera de la cuarta jornada con aquella insuperable primera parte. La motivación céltica será máxima, más si cabe para Aspas, quien deseará vengarse del técnico sevillista por la falta de minutos que tuvo durante el año que estuvo a sus órdenes.
Mientras tanto y sin obviar la importante cita liguera en Las Palmas, el celtismo sigue buscando las palabras para definir la gesta del pasado 27 de enero. Pese al extraño tropiezo de Vallecas, las sensaciones eran esperanzadoras frente al Atlético en la Copa por el gran nivel de la ida con un buen resultado y el ambiente existente en torno al choque. La estimulante rueda de prensa previa de Berizzo, la multitudinaria despedida al equipo en A Madroa y el sorprendente recibimiento en Barajas eran síntomas gratificantes del encuentro más importante para la historia reciente del Celta después de la permanencia ante el Espanyol. Podía ser un punto de inflexión en el constante crecimiento de este equipo.
A pesar de la incomodidad horaria, un buen grupo de celtistas hizo del feudo rojiblanco su Balaídos particular. Sus cánticos se escuchaban ya bajando hacia el Calderón y en el campo no dejaron de animar, conscientes de que cada grito podía ser un paso más hacia las semifinales y ante una hinchada rojiblanca gélida que acabó congelada por el ímpetu celeste. El sufrimiento inicial desapareció con el 0-1 del Tucu, preámbulo de una tensa tranquilidad que finiquitó Griezmann. La positiva incertidumbre al descanso dio paso a un segundo período frenético. El golazo de Guidetti hizo enloquecer a los celtistas y la euforia tocó techo con el 1-3 del Tucu. Entonces, comenzó una fiesta celeste en el segundo anfiteatro del fondo norte que incluso pasó por alto la reacción local con el 2-3 de Correa.
Cuando Mateu Lahoz pitó el final, sonó La Rianxeira en el Calderón. Con la piel de gallina, el aplauso fue interminable para el equipo, que se acercó a festejar la hazaña con Guidetti como figura en un piscinazo prodigioso. El Celta estuvo inmenso, al igual que su afición. El 27 de enero de 2016 ya ocupa un lugar privilegiado en la memoria del celtismo. Seguimos soñando. La Copa nos espera.