«¡No se negocia, Nolito no se negocia, no se negooooocia!». Así sentenció la afición del Celta el «culebrón» de Nolito y su supuesto fichaje por el Barça, «cacareado» por parte de la prensa catalana desde hace meses.
Hacía frío, mucho frío sobre el Lagares y la afición lo notó. El pobre inicio de partido de los celestes también contribuyó al silencio de la grada, pero el celtismo despertó de golpe cuando Guidetti, ídolo antes de que llegase a Vigo, empujó a placer un regalo de Iago Aspas.
El segundo gol destapó el éxtasis justo antes del descanso y el sueco bajó los peldaños del túnel de vestuarios como nunca lo había hecho en Balaídos. Corearon su nombre, lo ovacionaron y los críticos escondieron la cabeza en su bufanda. «El sueco tiene don, todavía no ha hecho nada y ya es un héroe», murmuraba algún aficionado en la grada.
Dos goles de ventaja y quince minutos de descanso para digerir una primera parte discreta en juego pero sobresaliente en puntería. Aspas puso el tercero, volvió la locura y se escuchó la nueva versión del «solo hay un Deportivo… el Deportivo Mirandés».
No hubo mucho tiempo para cachondearse del eterno rival. La fiesta se estropeó sin apenas disfrutar de la goleada. «El Atlético se adelanta y se acabó el partido, pero con el Celta nunca hay forma de estar tranquilo», preguntaba un periodista a Berizzo en sala de prensa. «Somos más divertidos, siempre levantamos a la gente de la butaca», respondía el Toto con un sonrisa de oreja a oreja.
El tanto de Orellana, el que parecía finiquitar el resultado, permitió a los aficionados del Celta tomarse un respiro para dejar las cosas claras al palco de Balaídos. «El que quiera a Nolito, 18 kilos». Así, tan sencillo de expresar por el vendedor como tan complicado de entender para el comprador. Continuará.