Esta misiva comienza con una alusión a los «rumores» y «noticias malintencionadas» relativas a la posible venta del club. Mouriño reitera que no está ultimada la operación de venta y alerta sobre el oscuro futuro que le espera a la entidad si no se ponen «las herramientas necesarias», ya que si esto no ocurre «estaremos en una situación de desventaja que nos condenará a rebajar sobremanera nuestros objetivos deportivos».
La carta continúa con críticas al Concello de Vigo, al que acusa de haber impedido la puesta en marcha de proyectos como la Ciudad Deportiva o la Universidad del Deporte. También se expone que la única salida es la compra por parte del Celta del estadio de Balaídos, lo que «ahorraría a los vigueses decenas de millones de euros».
Mouriño, como ya dijo en una comparecencia pública reciente, se compromete a poner como garantía sus acciones durante el proceso de venta, lo que impediría que el club cambiase de manos en al menos diez años. Además, asegura que no especulará con el estadio en el caso de producirse la venta y que renunciará a una «recalificación presente o futura de los terrenos».