En ese momento, tras el pitido final, el técnico argentino se gira hacia la grada de Río Bajo y empieza a gritar. Se encara con alguien del público, hace algún pequeño aspaviento y señala. Mientras tanto, uno de sus ayudantes, Roberto Bonano, le frena y le conduce hacia el túnel de vestuarios, como si estuviese separando a alguien de una pelea. Los hechos no se le escaparon a algunos de los socios que frecuentan la zona. Algunos de ellos dieron cuenta de lo ocurrido en las redes sociales.
En la rueda de prensa postpartido, el Toto fue cuestionado por la escena. En lugar de caer en reproches o justificaciones, el entrenador celeste articuló un instructivo discurso sobre las exigencias del celtismo: “Cuando uno va en el séptimo lugar quiere ir en el quinto. No se aplana ese sentimiento. Siempre uno se vuele ambicioso. Nosotros, el público… Pero siempre recordando nuestro tamaño de equipo, nuestro tamaño de club”, alegaba.
El técnico prosiguió con su contestación. De hecho, fue la respuesta más larga de toda la comparecencia. Primero hizo recaer en la plantilla el “mérito” de estar peleando por quedar entre los siete primeros. Luego recordó las ausencias de Orellana y Pablo Hernández y al final, tras muchas disertaciones, envió un mensaje a la afición, para pedirle que sepa valorar el momento que atraviesa el Celta: “Seguimos trabajando en la búsqueda quedar lo más arriba posible. ¿Que nos volvemos exigentes todos? Sí, yo soy el primero. Conmigo mismo y con la plantilla. Y es bueno que la gente crea que el equipo sea capaz de cualquier cosa porque el equipo se lo ha transmitido. Así que todos juntos, recordando los malos momentos, disfrutemos de los buenos”, concluyó.