A partir de ahí fue cumpliendo fases hasta debutar con el primer equipo, con el que sumó cuatro títulos. Primero apareció en amistosos, luego en Copa y finalmente en la Primera División argentina. Tardó cuatro jornadas en estrenarse como goleador. Pero Boyé no destaca, al menos de momento, por su faceta anotadora. A pesar de ser delgado y tener una constitución espigada, son sus movimientos y su habilidad lo que le hacen sobresalir.
Con esas dotes se le ha visto firmar jugadas inverosímiles, con caños al rival, regates vistosos y frivolidades. También responde bien a la presión del rival y sabe proteger el balón. De ello dio buena muestra en una gran ‘apilada’, tal y como dicen los argentinos. Ya de vuelta a Newell’s Old Boys tras sus dos años en River firmó una jugada digna del propio Ronaldo Nazario, que recuerda a aquella que fascinó a todos en San Lázaro.
Cogió el balón en su propio campo y comenzó a sortear rivales. Uno tras otro. Alguno lo intentó dos veces y no fue capaz de robarle la pelota. Por desgracia no pudo finalizar la jugada con un gol ya que el portero le tapó el poco ángulo con el que se quedó, pero la ocasión quedó grabada como ‘La apilada de Boyé’.
Este tipo de carreras con el balón se las propicia su polivalencia, un hecho que destacó el Celta al anunciar su fichaje. De hecho, aunque llega para sustituir a Guidetti, es muy posible que Juan Carlos Unzué le pruebe en la banda izquierda, donde Pione Sisto parece no tener competencia por un puesto en el once inicial.
Así es Lucas Boyé, un atacante con gusto por el virtuosismo con la asignatura pendiente del gol. Tiene cuatro meses por delante para convencer a la directiva del Celta que merece un hueco en la liga en la que todos quieren jugar.