La asistencia del gol, otro pase que a punto estuvo de poner la remontada cuesta arriba y pelea, mucha pelea. Iago Aspas en estado puro, como lo recordaba Balaídos cuando vestía la camiseta celeste. El delantero moañés atrajo toda la atención previa al choque y tampoco iba a ser menos durante los 60 minutos que estuvo sobre el césped del Val do Fragoso.
Nunca hasta hoy había jugado contra su equipo del alma y la afición que lo idolatra era consciente de ello. Hubo aplausos, muchos aplausos cuando el “speaker” David Lorenzo dio la alineación del Sevilla, pero en el momento en el que el balón comenzó a rodar, se acabaron las concesiones. Vestía de rojo y entre el público también lucía alguna camisola del Liverpool con su nombre a la espalda.
Apenas habían pasado siete minutos cuando Aspas dio un disgusto a los celestes. La conexión viguesa de la capital andaluza funcionó a la perfección. Denís Suárez, también aplaudido en su regreso a Balaídos, fue el que fabricó el gol en el centro del campo son su extraordinaria capacidad para desequilibrar los balances defensivos de cualquier zaga. Buscó a Aspas en la frontal del área y este prolongó para que Gameiro batiese a Sergio.
Fontás sufrió mucho para frenar al moañés, que provocó numerosos problemas, especialmente cuando el catalán y Costas tenían que dar un paso atrás para frenar las salidas sevillistas. A la media hora, regaló un nuevo pase a Gameiro, pero el francés desperdició la oportunidad.
También hubo tiempo para que Aspas se llevase la cartulina amarilla por no guardar la distancia en el saque de una falta. “Sigue igual, no ha cambiado”, se escuchó en la grada. En el minuto 60 fue despedido de Balaídos con una gran ovación y su nombre volvió a resonar. Los cánticos eran para el jugador que siempre será hijo predilecto en el estadio en el que salvó a su equipo del infierno. Iago Aspas, aquel que rompio la cintura a Colotto y el mismo que evitó ante el Alavés el drama de la Segunda B.