Viguesa, de un ramillete irrepetible (Maribel Lorenzo, Susana García, Ángeles Liboreiro, Ángeles Araújo y ella), Carmen cedió el protagonismo mediático a Marisol Paíno, Ángeles Liboreiro e incluso Susana García. Ahora se adora a los pívots, pero en los 70-80 la gloria viajaba en el vagón del perímetro, como si solo las jugadoras exteriores fuesen capaces de plasmar la belleza en cada una de sus acciones.
Carmen era una currante del básquet, cierto. Primero con Maribel Lorenzo, después con la peruana Katia Manzur, Ángeles Araújo o quien se terciase, nacional o forastera fichada a bombo y platillo, Ella siempre estaba ahí. Sin presumir, era la jugadora rocosa necesaria, una reboteadora. Mil batallas libró junto con Araújo ante Rosa Castillo, la pívot determinante del momento que militaba en el sempiterno rival, el Comansi. Debutó en 1975 en la máxima categoría y hasta 1987 estuvo operativa pese a varias graves lesiones de rodilla que sufrió. Celeste hasta la médula, pasó dos campañas en el Complutense madrileño (de 1979 a 1981), para regresar como reconocida estrella justo a tiempo de entrar en el capítulo más glorioso, el Celta Citroën 81/82, que ganó Liga y Copa. A veces es necesaria la vuelta del hijo pródigo, hija en este caso, para reconocer sus méritos. Que se lo pregunten también a otra viguesa, Ángeles Araújo.
Sí aquel ¿equipo? de 1982 significó un antes y un después. No, Nacho Polo no logró hacer jugar a todas aquellas internacionales como un grupo cohesionado, pero lo ganó todo ante el directo rival… en un partido inolvidable. A Wilt Chamberlain le paraban a miles por la calle para decirle “yo estuve allí” años después de anotar en Filadelfia 100 puntos… y en las gradas solo había 4.124 espectadores. Honestamente, yo sí puedo decir que viví en directo aquel 66-55 de 1982, aquel puntito de diferencia que cambió definitivamente el rumbo de la historia tras haber perdido en Barcelona por diez (66-56). Éramos según las estimaciones 6.500 personas. Pero lo importante: Carmen estaba allí.
La celeste ganó tres ligas (1977, 1979 y 1982) y dos copas (Ferrol 1982 y Santiago 1984), escapándosele solo la Copa de 1981 en Vigo, pues era jugadora del Complutense.
Carmen, policía local, dijo basta en 1987, a principios de la que iba a ser su decimotercera temporada en la elite. Demasiadas lesiones. Y su adiós casi coincide con el descenso, del que el Celta se salvó en el ‘play-out’. Una placa entregada por el presidente céltico Rivadulla en los prolegómenos de un partido de liga en noviembre cerró una trayectoria. Y adiós. Vaya despedida.
El baloncesto femenino vigués fue grande en cuanto a resultados, que no en el cuidado de las gestas. A veces, pocas, añoro no ser estadounidense. Aun pecando de empalagosos, saben lo que significa el respeto al deportista, a la gesta, a la historia. En esta ciudad, en cambio, cuesta un triunfo que se recuerde y valore el pasado. Carmen se fue del baloncesto hace veintiocho años y hoy nos ha dejado definitivamente. En el museo del Celta se la puede ver en alguna imagen histórica de aquellas plantillas.
Fue, en resumen, una ´gran pívot grande´ pese a carecer de focos mediáticos, más pendientes de otras jugadoras. Y el dorsal número 11, sea o no retirado, debe ser de su exclusiva propiedad. A eso le seguimos llamando respeto.
Alberto Ovenza
Duelo por el fallecimiento de Carmen Martínez, la pívot «luchadora» del gran Celta