Tal vez por la resaca de San Juan o quizá por la competencia de un puente soleado, fueron menos los valientes que se atrevieron a disfrutar del festival en toda su esencia. Pero el escaso ambiente de la zona de acampada se compensó con la energía que irradiaba del escenario y con la entrega de los fieles que se congregaron en la carballeira.
La nostalgia es un sentimiento muy denostado, pero si se sabe sentir con gracia, es exquisita. Y nostalgia (de la buena) derrochó Marky Ramone, el último superviviente de una de las bandas más importantes de la historia de la música. Han pasado ya 35 años desde la primera vez que los Ramones pisaron suelo gallego, pero Marky demostró en Caldas que a pesar de la madurez y de su soledad el punk neoyorkino sigue vivo.
Tras Ramone, le tocó el turno a los granadinos 091, una banda maldita que está de vuelta. El éxito les ha esquivado con la misma tenacidad con la que ellos han huido de las modas y su propuesta es impecablemente sincera. La noche del viernes se cerró con el que posiblemente fuese el plato fuerte: Los Enemigos. Otro feliz regreso. En 2014 decidieron poner fin a un silencio de 15 años. Sus fans lo celebran. Su solidez sobre el escenario es envidiable. No decepcionaron.
La jornada del sábado resultó tan intensa como la del viernes. Los más madrugadores pudieron ver en acción a tres bandas gallegas (Big Crunch!, Habitación Vudú y The Soul Jacket) y, tras ellas, llegó una triple ración de grandes clásicos que comenzó con El Drogas, el exlíder de los míticos Barricada, que logró meterse al público en el bolsillo cuando todavía brillaba el sol.
Con el ambiente ya bien caldeado, salieron a escena Siniestro Total. Julián Hernández y sus muchachos, a pesar de su inmersión en el blues y del refinamiento de su sonido, no han dejado de lado su espíritu irreverente y sus himnos de toda la vida. Un buen preámbulo para Ilegales, que liderados por el carismático Jorge Martínez ofrecieron el que quizá haya sido el mejor concierto del festival. La noche se cerró con los norteamericanos Supersuckers, con su rock añejo y musculoso.
En resumen, dos días de fiesta, 16 grupos sobre el escenario y una buena dosis de rock honesto y sin ambages para celebrar uno de los festivales con más arraigo en el panorama gallego.