Las grandes ciudades están llenas de cámaras. Las hay por todos los rincones, aunque muchas no están operativas o no sirven para nada, por lo menos en la ciudad de Vigo. Para ejemplo de esa inoperancia está la cámara que podría vigilar la estatua de Manuel Castro en la Rúa Príncipe, que no ha servido para dar con las personas que en varias ocasiones consiguieron robarle el periódico. De cualquier modo, la mayoría de las cámaras sirven para observar el tráfico y regularlo – siquiera intentarlo -, pero el peligro que conllevan es la falta de intimidad, tal como contempla la legislación, por esa razón, muchos de esos artilugios de vigilancia van acompañados de unas pantallas opacas que protegen la intimidad de los vecinos más próximos, como ocurre con las que muestra la fotografía.






















