El icónico Teatro Cine Fraga, uno de los emblemas culturales más queridos de Vigo, ha conquistado al público desde que abrió sus puertas a visitas guiadas el pasado 15 de octubre. La respuesta ha sido abrumadora, con los turnos de los miércoles completados en tiempo récord, lo que ha llevado a la Xunta de Galicia y a la Diputación de Pontevedra a extender los recorridos a los sábados a partir del día 8 y hasta finales de junio.
Una ampliación que responde al entusiasmo ciudadano
Los tres horarios iniciales de los miércoles se agotaron rápidamente, reflejando el vínculo profundo que los vigueses mantienen con este espacio. Abiertas ahora al público general tras una fase inicial para participantes en la campaña de ideas “El mejor espacio busca el mejor contenido”, las visitas incorporan los sábados con turnos a las 12.30, 16.00 y 17.00 horas. Las reservas siguen canalizándose a través del teléfono 986 118 227, en grupos reducidos de 15 personas acompañados por un guía titulado que desentraña la rica historia de este coloso de más de 7.000 metros cuadrados, incluido en el Catálogo del patrimonio cultural de Galicia,
Recuerdos que cobran vida en cada recorrido
Cada visita se convierte en un viaje emocional, donde los participantes reviven anécdotas que han marcado generaciones. Ernesto, portero y operador hasta 1983, recuerda con nostalgia su llegada en 1977: “Era un privilegio ir al cine Fraga, con una pantalla enorme. Ir allí era algo especial, la sala más lujosa”. Con una sonrisa que aúna nostalgia e ilusión rememora el estreno de Terremoto, cuando “el cine se movía” gracias al sistema de sonido, o la impresionante distancia de 40 metros, “la distancia de proyección ideal”, entre el proyector y la pantalla. “Entrar a aquella sala era impresionante: las butacas, la inmensidad… Nunca se me olvidarán”, confiesa, aunque reconoce los cambios posteriores, como la división en salas menores que restó espacio al ambigú. Para el futuro, Ernesto sueña con “recuperar el cine clásico, con sus butacas y sus molduras”.




Camilo, por su parte, asocia el Fraga a su juventud en la mítica discoteca Nova Olimpia. “Allí comencé a salir en pandilla, conocí a mi mujer y me declaré”, relata. En los años setenta, Nova Olimpia representaba “un toque de glamour”, con actuaciones dominicales de las mejores estrellas del momento. Camilo cuenta con orgullo que el pasado día 8 de diciembre celebró sus 42 años de casados con aquella chica a la que en Nova Olimpia se declaró pero el 7 de diciembre nació su primer nieto, quien ya conoce los entresijos del Teatro Cine Fraga, y por lo tanto, de Nova Olimpia ya que Camilo realizó la visita apenas una semana antes que su hija diese a luz. “Parece que el Cine Fraga ha decidido seguir formando parte de mi vida y mis recuerdos”, sonríe. Su deseo para el renovado espacio: “Que sea abierto a todo el mundo: conferencias, conciertos, bailes… Un punto de encuentro como lo fue Nova Olimpia”.
Un patrimonio arquitectónico único
Diseñado en 1942 por Luis Gutiérrez Soto por encargo de Isaac Fraga Penedo, el edificio fusiona el regionalismo gallego con influencias barrocas compostelanas: arcos enlazados en la galería superior, vanos inspirados en el Hostal de los Reyes Católicos y una fachada de granito finamente tallado. Con capacidad original para 1.758 butacas –la mayor de Galicia–, albergaba además salón de té, oficinas y la legendaria Nova Olimpia. Inaugurado en 1948 con la película Botón de ancla, fue durante décadas el epicentro del ocio vigués.







Adquirido recientemente por la Xunta de Galicia y la Diputación de Pontevedra con una inversión superior a los 20 millones de euros, retoma el proyecto iniciado por César Portela, quien será el encargado de completar la restauración para convertirlo en el epicentro sociocultural referente del noroeste peninsular, preservando su esencia histórica, y con un plan de usos en el que se han tenido en cuenta las aportaciones, ideas y propuestas de asociaciones, entidades culturales y ciudadanos.
Estas visitas, cargadas de curiosidades y para muchos, como hemos comprobado, de emociones personales, ofrecen la última oportunidad de conocer el Fraga tal como fue antes de su transformación. Un éxito que confirma su lugar irreemplazable en el corazón de Vigo.

























