Vigo se ha convertido en el inesperado refugio de una pieza viva de la historia marítima mundial. El velero neerlandés Oosterschelde, la goleta de tres mástiles más grande restaurada de los Países Bajos, se encuentra atracado en Marina Dávila del puerto de Bouzas debido a un cambio de itinerario forzoso provocado por las huelgas que afectan al puerto de Oporto.
La presencia de esta goleta, un auténtico monumento flotante de la construcción naval, es una rareza que se extiende solo hasta el 28 de noviembre, día en el que emprenderá su próxima escala programada: Santa Cruz de Tenerife, antes de cruzar el Atlántico rumbo a Cabo Verde, el Caribe y Estados Unidos.
Un gigante de la vela con más de un siglo de historia
El Oosterschelde no es solo un velero, es un emblema de resistencia y patrimonio. Construido en 1918 en los Países Bajos, en un periodo posterior a la Primera Guerra Mundial en el que la vela resurgía como alternativa económica al alto coste del combustible, fue concebido originalmente como un rápido carguero capaz de transportar hasta 400 toneladas de mercancía (arcilla, madera, fruta, etc.).
Tras décadas de servicio en las rutas europeas y africanas, el barco fue sufriendo transformaciones que lo alejaron de su diseño original. Sin embargo, gracias a una meticulosa restauración iniciada en 1988 y promovida por la Sailing Ship Foundation de Rotterdam, fue devuelto a su auténtica configuración de tres mástiles, siendo reconocido oficialmente en 1992. Hoy, es el único ejemplar restante de las grandes goletas holandesas de principios del siglo pasado y está registrado como monumento cultural por el gobierno neerlandés, un testimonio de la navegación sin motor que marcó el inicio del siglo XX.







El legado Darwin200, conservación en la estela del Beagle
Su singularidad histórica se une a una vibrante vida moderna dedicada a la exploración y la conservación. La goleta acaba de concluir su tercera circunnavegación mundial, el ambicioso Darwin200 Global Voyage que finalizó en julio.
Este proyecto, una expedición de conservación de dos años, fue diseñado para conmemorar el viaje épico de Charles Darwin a bordo del HMS Beagle dos siglos atrás, siguiendo su misma ruta para crear un legado de conservación para el futuro. El buque sirvió como plataforma para tres objetivos fundamentales.
En primer lugar, se centró en la Formación de Líderes, identificando y capacitando a 106 jóvenes conservacionistas provenientes de 45 países diferentes. Estos participantes, denominados Darwin Leaders, fueron dotados de las habilidades necesarias para catalizar el cambio ambiental global. Durante la travesía, estos líderes no se limitaron a observar; por el contrario, desarrollaron proyectos de investigación in situ, que abarcaron desde la conservación de monos aulladores hasta el estudio detallado de las tortugas gigantes.
En paralelo a la acción en terreno, la expedición impulsó la Educación Global. El buque se convirtió en una «Aula más Emocionante del Mundo» (The World’s Most Exciting Classroom), emitiendo semanalmente programas educativos a miles de escuelas. Este contenido sirvió para inspirar a estudiantes de todo el mundo en la ciencia, la naturaleza y la geografía.
Finalmente, el Oosterschelde fue un centro de Investigación Científica itinerante. Desde sus cubiertas y a lo largo de sus rutas, se llevaron a cabo proyectos innovadores en algunas de las zonas más remotas del planeta. Entre estos trabajos destacan un exhaustivo censo global de aves marinas, que implicó la recopilación de más de 1.000 horas de datos, y diversas encuestas de ADN ambiental en ecosistemas clave.
La travesía, que visitó lugares clave como las Galápagos, Ciudad del Cabo o Sídney, subraya el doble rol del Oosterschelde: un buque que honra el pasado de la exploración y que, al mismo tiempo, actúa como catalizador para el futuro de la conservación marina. El documental que resume esta aventura, el The DARWIN200 Global Voyage Film, es una recomendación ineludible para comprender la magnitud de su misión.
El buque, que ahora reposa brevemente en Vigo, representa un punto de conexión entre la gran tradición naviera holandesa y las urgencias ambientales del siglo XXI, una joya que los vigueses tienen la oportunidad única de contemplar antes de que zarpe hacia su próxima aventura transoceánica.



















