Lo que debería haber sido una oportunidad para brillar en televisión se ha convertido en una pesadilla recurrente para un restaurante de Vigo. Manu Carreiro, camarero de un local que participó hace tres años en Batalla de restaurantes, el programa de Alberto Chicote en La Sexta, ha hecho pública su desesperación ante una avalancha de reseñas negativas en Google. Cada reposición del capítulo genera una oleada de críticas de espectadores que nunca han pisado el establecimiento, hundiendo la puntuación del negocio de 4,7 a 4 estrellas y ahuyentando clientes en una ciudad donde la hostelería ya arrastra dificultades. «Estoy sobrepasado», confiesa Carreiro, que suplica que cese esta «persecución virtual».
El coste oculto de la televisión
Batalla de restaurantes, un formato en el que cuatro restaurantes de una misma ciudad o zona geográfica, que además están especializados en el mismo plato local o tipo de cocina, compiten entre sí donde los propietarios o chefs de los restaurantes se visitan y valoran mutuamente el local, la comida, el servicio, la cocina y, ha catapultado a muchos negocios a la visibilidad. Pero para este restaurante vigués, la exposición salió cara. El capítulo, emitido originalmente en 2022, ha sido repuesto varias veces en los últimos tres años, y cada emisión desata una tormenta en las plataformas de valoración. «En tres años ya lo han repuesto varias veces y siempre que salen nos vuelven a caer 8 o 9 reseñas malas», detalla Carreiro en un email remitido a la cuenta de Instagram @soycamarero, el popular perfil que da voz a los profesionales de la hostelería.
El efecto dominó es claro: la puntuación en Google, un termómetro clave para los comensales en la era digital, ha caído drásticamente, pasando de un sólido 4,7 a un 4 que disuade a potenciales visitantes. «Cada vez tenemos menos comensales por ese problema y ya no está muy bien la cosa en Vigo como para seguir bajando», lamenta el trabajador, que no es el propietario del local, pero carga con el peso de interactuar con el público. En una ciudad que enfrenta retos como la inflación y la competencia feroz, estas reseñas falsas actúan como un veneno lento, erosionando la reputación construida con años de esfuerzo.
La voz de un camarero al límite
Manu Carreiro, con su testimonio, encarna el rostro humano detrás de los números. «Ya no sabemos qué hacer. Yo ni siquiera soy el dueño, soy la persona de sala y me toca a mí lidiar con todo el mundo. Estoy sobrepasado», escribe en su mensaje, que ha sido compartido por @soycamarero para visibilizar el problema. Su llamada de auxilio no es solo personal: representa a cientos de trabajadores de la restauración que dependen de la estabilidad de sus puestos para subsistir.
El influencer, con más de 455.000 seguidores en Instagram y casi 165.000 en X (antiguo Twitter), ha convertido el caso en un viral al publicar el email y revisar algunas de las reseñas incriminatorias. «Puede caer bien, puede caer mal, puede haber cosas que no te gusten de lo que has visto del programa, del restaurante, del personal o incluso del dueño, pero yo creo que si no has ido al local no tienes por qué poner malas reseñas», argumenta @soycamarero en su post. «Esto está hecho para que tú puntúes el servicio, la comida y demás. Pero no gente que ve un programa y hace esto a un restaurante donde es el pan de cada día de muchos trabajadores». Su mensaje, acompañado de capturas de las valoraciones, ha generado miles de interacciones, desde apoyos solidarios hasta debates sobre la ética en las redes.
El debate sobre las reseñas falsas: ¿Solución en la verificación?
La denuncia de Carreiro ha abierto una conversación más amplia sobre el poder destructivo de las opiniones anónimas en plataformas como Google Reviews. En los comentarios del post de @soycamarero, usuarios proponen medidas prácticas: «Lo que hay que hacer es verificar con una foto del ticket del restaurante cualquier reseña para subir a la plataforma, pero eso ya depende de Google y a ellos no les importa los números del restaurante», escribe uno. Otros abogan por campañas de sensibilización o incluso acciones legales contra el acoso digital, recordando que en España, la ley ya contempla sanciones por reseñas falsas que perjudiquen el honor o la economía de un negocio.
Este no es un caso aislado. Programas como el de Chicote, con su enfoque en las deficiencias para impulsar cambios, han sido alabados por elevar estándares en la hostelería, pero también criticados por generar estigmas duraderos. En Vigo, donde la restauración es pilar económico con más de 2.000 locales, el impacto se multiplica: un punto menos en Google puede traducirse en decenas de reservas perdidas al mes, según estimaciones del sector.
La historia de Manu Carreiro trasciende un restaurante concreto para cuestionar el lado oscuro de la viralidad televisiva. En un tiempo donde un tuit o una reseña pueden hundir un negocio familiar, su suplica («que paren ya») es una muestra de la fragilidad de quienes sirven en las mesas. @soycamarero lo resume con crudeza: «La gente que ve un reality no debería jugar a ser juez y verdugo desde su sofá». Mientras Google no implemente filtros más estrictos, la solución pasa por la responsabilidad colectiva: valorar lo vivido, no lo visto en pantalla.