Galicia vive días de luto y alarma mientras una nueva ola de incendios forestales arrasa sus montes, con el incendio de Larouco (Ourense) marcando un récord histórico al calcinar más de 18.000 hectáreas, el mayor registrado en la región. El Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia (COAG) ha emitido un comunicado institucional expresando su solidaridad con las comunidades afectadas y anunciando un fondo de emergencia para apoyar la recuperación.
Una tragedia histórica que exige acción inmediata
La magnitud de los incendios en Galicia, con más de 70.000 hectáreas quemadas solo en Ourense, supera cualquier precedente reciente, superando incluso el devastador fuego de Chandrexa de Queixa. Esta ola, que se extiende por buena parte del Estado, ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de un territorio marcado por el abandono rural, la eucaliptización y la emergencia climática. El COAG reconoce el esfuerzo de quienes combaten las llamas con coraje, pero advierte: “Si no arde hoy, arderá mañana”, reflejando la urgencia de un cambio estructural.
El incendio de Larouco, aún activo en algunos puntos, ha dejado tras de sí un paisaje de cenizas que afecta a aldeas, explotaciones y ecosistemas. Esta situación ha movilizado a las autoridades y a la sociedad civil, pero también ha puesto el foco en la necesidad de medidas que vayan más allá de la extinción inmediata.
Un fondo de emergencia para aliviar a los afectados
Ante esta crisis, el COAG ha activado un fondo de emergencia con medidas concretas que benefician directamente a los ciudadanos. Este incluye la asunción de los gastos de visado y registro de obras de rehabilitación o reconstrucción de inmuebles dañados, así como la realización de inspecciones técnicas en edificios afectados. Además, ofrece apoyo técnico tanto a colegiados como a la ciudadanía para guiar el proceso de recuperación, y crea una bolsa de voluntarios para tareas urgentes.
Para los gallegos que han perdido sus hogares o propiedades, este fondo supone un alivio económico y logístico, complementando las posibles ayudas públicas de la Xunta de Galicia y el Estado. “Estas medidas pretenden ser un gesto útil e inmediato que alivie, por lo menos en parte, a pesada carga que sufren familias, concellos e comunidades”, señala el comunicado. En un contexto donde la reconstrucción puede costar miles de euros, esta iniciativa reduce la burocracia y los costes iniciales, facilitando el primer paso hacia la recuperación.
Un grito por un modelo territorial sostenible
Más allá de la ayuda inmediata, el COAG lanza una llamada a la reflexión colectiva. Galicia, con la mayor superficie forestal de Europa, enfrenta un riesgo creciente por la acumulación de combustible vegetal, agravado por la expansión del eucalipto y el despoblamiento rural. La organización aboga por una gestión territorial planificada, promoviendo especies autóctonas resilientes, apoyando la agroganadería y frenando la monocultura forestal. “O futuro de Galicia se xoga tamén no monte”, advierte, instando a un modelo que devuelva el mosaico agrario tradicional, un freno natural contra el fuego.
Esta propuesta trasciende la emergencia actual, proponiendo un pacto de Estado y una ordenación más ambiciosa. La preservación de las zonas despoboadas, según el COAG, no puede recaer solo en sus habitantes, sino que requiere una responsabilidad compartida entre administraciones y sociedad.
Implicaciones para el ciudadano y el futuro de Galicia
El fondo de emergencia del COAG ofrece a los afectados una herramienta práctica para reconstruir sus vidas, pero también simboliza un compromiso profesional y ético con el territorio. Para los ciudadanos, esto significa un apoyo tangible que puede marcar la diferencia entre el abandono y la recuperación, especialmente en áreas rurales donde las ayudas públicas a veces llegan tarde o son insuficientes. Sin embargo, su impacto será limitado si no se acompaña de políticas a largo plazo que eviten nuevas tragedias.
El comunicado apela a la esperanza, sugiriendo que “das cinzas pode nacer un territorio mellor coidado”, pero subraya que las instituciones deben actuar con valentía. La colaboración del COAG con administraciones y entidades sociales busca sentar las bases de un futuro más seguro, donde el monte deje de ser un polvorín y vuelva a ser un recurso vivo.