Este 26 de julio se cumplen 150 años del nacimiento de uno de los personajes más influyentes de la Generación del 98, el grupo de intelectuales que intentó renovar España tras el desastre colonial de 1898. Antonio Machado, poeta andaluz del exilio, de la autocrítica y de la conciencia, cuyos versos persisten como faros lucientes en nuestros días actuales.
Su formación en la Institución Libre de Enseñanza, una escuela progresista que iba en contra de los modelos tradicionales, hizo que su mente se abriera hacia un pensamiento más crítico. Pronto comenzó a interesarse por la literatura y la filosofía —donde pudo expresar sus reflexiones de forma abierta— y viajó por Europa para empaparse de otras corrientes literarias, sobre todo del simbolismo francés.
Su primer libro de poemas, Soledades, ya mostraba su estilo reflexivo, disconforme y nostálgico, pero fue con su obra Campos de Castilla cuando obtuvo su mayor reconocimiento literario. Una creación poética profunda y sobria, retratada en terrenos castellanos, y que describe una realidad áspera de una España decadente tanto en los social como en lo espiritual.
Aunque muchos de sus versos han quedado grabados en nuestra literatura, el más célebre, sin duda:
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar”.
Un fragmento que pertenece a Proverbios y cantares XXIX, incluido también en Campos de Castilla. Con apenas dos versos, Machado expresó una profunda reflexión humana sobre que el destino no está trazado, sino que se construye con las decisiones y acciones que damos a cada paso. Un poema que ha sido llevado por generaciones y hasta musicalizado por cantantes como Manuel Serrat. Una referencia universal de la poesía española que nos recuerda a Machado en el tiempo presente.
Durante la Guerra Civil Española, Antonio Machado apoyó abiertamente al bando republicado, lo que le obligó a abandonar Madrid y exiliarse en Francia. Pocos días después de cruzar la frontera, los problemas de salud que venía arrastrando le llevaron a su final. Curiosamente, en el bolsillo de su pantalón se encontraron escritos en papel sus últimos versos:
“Estos días azules
y este sol de la infancia”.
Aunque murió en la pequeña localidad francesa de Collioure, su alma retomó su Sevilla natal: sus orígenes, su inocencia, su niñez. Dejándonos en el legado más de 150 versos de reflexión y audacia para luchar por conseguir una sociedad de días azules y soleados.