El propietario del club vigués ha precisado que para retomar las relaciones necesitarían una demostración de buenas intenciones. “No hay ningún problema pero pedimos que no haya balones fuera y que se arregle lo que está mal. Nos sentamos, pero primero que se haga algo bueno”, declaró en referencia a las deficiencias del estadio enumeradas este lunes. “Y no me desvíen la atención a lo que se va a hacer. Hágame lo que está pidiendo el aficionado”, exigió, porque “todos los días te dice una cosa y luego hace la contraria”, criticó en alusión a Caballero.
En una extensa comparecencia, Mouriño volvió a quejarse de las obras en Balaídos, que “no tiene las condiciones para ser cómodo para la gente”, e incluso advirtió de que la reforma podría acabar en el juzgado al desarrollarse sin el consentimiento del Celta. Además, auguró que la renovación del estadio duplicará su coste previsto, que en un primer momento ascendía a 25 millones de euros. “Esto se va a ir por encima de los 50 millones”, alertó. Un dinero que “se ahorraba la ciudad” si se hubiese permitido al club la compra del estadio, que a su juicio sí sería legal.
Aparte de esta predicción, el presidente recordó que ya acertó cuando dijo que la reforma “iba a ser un desastre”. “Veíamos venir que se iba a desencadenar lo que se desencadenó”, apuntó. “¿Cuál es la diferencia? Parece que se cambió el discurso. Que era un simple interés del Celta por egos y ahora es una realidad que se está viviendo”, añadió.
Además, Mouriño aseguró que Vigo está quedando en ridículo en España. “Recorremos todos los estadios de España y todas las aficiones vienen a Balaídos. Y los comentarios que nos dice la gente es que estamos poniendo en ridículo a Vigo. Porque se habla de una cosa que después nos cuesta mucho trabajo explicar”, declaró.
El mandatario celeste aseguró que “si el estadio fuera del Celta, esto no pasaría” y que se enteran de todo lo relacionado con la reforma por los medios de comunicación. “¿Dónde está el proyecto de Marcador? ¿Dónde está la obra?”, se preguntó.
Con todo, el propietario céltico asumió que “no nos queda otra que seguir jugando en Balaídos” y que la decisión de construir un campo fuera de Vigo, siendo posible, es el último recurso. “Yo soy celtista y soy vigués y cuando estás muy lejos se despierta un sentimiento diferente. Y yo, como vigués, quisiera que el Celta se quedara en Vigo”, explicó.