Pues Marcelina se echó su voluntad y la de muchas mujeres a la espalda y luchó por evitar la ignorancia para ella y las demás. Se formó como maestra y abrió su propia escuela en el barrio de Lavadores.
Durante varias décadas posibilitó a las familias la educación de sus niños, sirviéndoles como base para progresar y tener herramientas para su propia lucha por una vida mejor.
Por ello creo que sus últimos momentos no deben ser recordados sólo por sus familiares cercanos. Pertenecen también a multitud de generaciones ya sea de niños que aprendieron con ella o mujeres que se reflejaron al verla.
Con su ejemplo de tenacidad, acaba de convertirse en una mujer atemporal, resguardada en el recuerdo de muchos y en la valentía de unas pocas.
Gracias por la mejor lección que impartiste, tu vida.
Firmado: Andrés Feijoo Machado (Vigo).