Está claro que el alcalde de Vilanova no se ha comportado con el debido respeto y educación que requiere el cargo que ocupa ni con su edad, pues, aunque algo joven, todavía, ya tiene que ir aprendiendo a comportarse en sociedad. Lo grave, además, es que, por su cargo de regidor municipal, la responsabilidad de esas palabras también es extensiva al resto de la población que representa, y también al partido que ha propiciado su candidatura: el Partido Popular, siempre tan comedido y respetuoso, por cierto.
Carmela Silva, además de ser mujer, ejerce un cargo público que no es fácil y que desarrolla de modo impecable, y por ser mujer y por cargo público, como digo, por ambos motivos, que son igual de importantes, debe ser respetada.
Abel Caballero, por su parte, es el alcalde de toda la ciudadanía de Vigo, elegido democráticamente pese a quien no lo admita. Y cuando el pueblo de Vigo le otorgó el voto de confianza en las urnas, lo ha hecho y lo volverá a hacer a sabiendas de que es el mejor gestor municipal de toda España, un excelente ejemplo y referente que no todos están dispuestos —ya se ve— a tener en cuenta y a imitar.
El alcalde de Vilanova, jovencito, todavía, parece anclado en un pasado predemocrático, cuando a los impertinentes de la clase se le ponían unos libros sobre las manos, con los brazos en cruz y mirando a la pared, para regocijo y burla de todo el resto. Qué vergüenza para los vecinos de Vilanova, que se han equivocado eligiendo a un maleducado y antidemocrático totalmente oxidado.
Los tiempos han cambiado y alguien tiene que decirlo: el franquismo ha quedado en las páginas de las historia, encerrado bajo una enorme puerta con candado, para bien o para mal, allá los gustos y preferencia de cada uno, pero el respeto es una norma de convivencia que debe mantenerse, uno de esos valores de los que tanto habla el Partido Popular, y ahora, aunque no se ponga a nadie con los brazos en cruz contra la pared, sí hay mecanismos legales para enseñar educación a quien no la tiene.
Y el propio Partido Popular, si quiere continuar hablando de derechos democráticos y de valores de convivencia, también tiene que asumir su responsabilidad en el comportamiento de sus representantes y cesar de modo fulminante a ese jovencito pendenciero. ¿O acaso al Partido Popular no le importa el respeto humano y el comportamiento democrático?