Habiendo transcurrido cinco días desde su privación de libertad, el recluso sintió una gran preocupación por la suerte de sus mascotas, ya que carecían de agua y alimento. A través de la trabajadora social, envió una carta, redactada de su puño y letra, a la Jefatura de la Policía Local de Vigo, donde autorizaba la entrada a su domicilio y el posterior traslado de los canes a la Protectora de Animales.
Según ha informado este jueves el cuerpo municipal, los hechos se remontan al pasado 7 de septiembre cuando se recibió una llamada en el 092 donde se advertía de la presencia de dos perras que habían quedado en el interior de una vivienda de la zona de Teis, sin disponer de la debidas atenciones y cuidados ya que su propietario estaba en la cárcel. A la vista del relato, una patrulla de la Unidad Medioambiental de intervención Rural (UMIR) se trasladó al lugar y localizó una vivienda completamente cerrada donde nadie respondía a sus llamadas ni tampoco se escuchaban ladridos.
Los agentes preguntaron a los vecinos del lugar y averiguaron que la persona que reside en la vivienda tenía dos perros, por lo que solicitaron a los vecinos que les llamasen a si oían algún ladrido que revelara la presencia de animales dentro de la casa, hecho que al día siguiente fue confirmado por una persona.
Considerando las temperaturas de esos días, en los que los registros alcanzados podían suponer un grave riesgo para la vida de los canes, que llevaban cinco días sin agua ni alimento, los policías contactaron con la Trabajadora Social de la cárcel de A Lama para agilizar los trámites necesarios que permitiera salvar a los animales. Así, el pasado martes la Policía Local recibió un correo electrónico con la declaración de puño y letra del propietario de la vivienda autorizando la entrada en su casa.
La intervención concluyó esa misma jornada, cuando los agentes entraron en el inmueble a través de una ventana sin necesidad de romperla. Allí hallaron a dos perras de raza mestiza y tamaño medio que presentaban un estado aceptable, posiblemente como resultado del trabajo y la preocupación de una vecina que, sorteando el muro que separa las viviendas, logró colgar una manguera por la cual les suministraba agua y arrojaba alimento.