Llegó acompañada por un amigo a su portal y ya no pudo a coger el ascensor que la llevaría hasta el cuarto piso en el que residía con varios compañeros. Este es el escenario con el que se encontró la madrugada del sábado la Policía. Un vecino dio la alerta a las seis de la mañana al descubrir a Ana María Enjamio Carrillo, de 25 años y natural de Boqueixón (A Coruña), sobre un gran charco de sangre a las puertas del elevador en el portal del edificio número 40 de la Avenida de Madrid.
Licenciada en Ingeniería Industrial por la Universidad de Vigo en 2016 y con su primer trabajo en una factoría de O Porriño, Ana se fue de cena de trabajo al igual que cientos de empleados la noche del pasado viernes. Alrededor de las cuatro de la madrugada decidió regresar a su domicilio y un amigo la trasladó en su coche hasta casa. Se bajó del vehículo y entró en el portal.
Los segundos que transcurrieron desde que ella accedió al vestíbulo del edificio hasta que se acercó al ascensor son el eje en el que se mueven los agentes de la Policía Judicial de la Comisaría de Vigo. La joven fue atacada con un arma blanca y alguna de las heridas fue mortal de necesidad al provocarle cortes en el cuello.
El vecino que la encontró dio la alerta y los servicios de emergencia no pudieron hacer nada por reanimarla. Tumbada boca abajo, cubierta por una cazadora, los signos de haber sido degollada provocaron las primeras incógnitas en los agentes que se desplazaron hasta el lugar del crimen. No fue hasta que la comitiva judicial autorizó el levantamiento, cuando fueron descubiertas las graves heridas de arma blanca que tenía en el resto del cuerpo.
La batida por la zona no tuvo éxito y los investigadores no pudieron localizar el cuchillo o puñal con el que fue atacada Ana María. La Policía Judicial interrogó en el lugar al último amigo que la vio con vida, localizado durmiendo en un vehículo, y al exnovio de la víctima, que llegó a la zona junto al resto de compañeros. No hubo hasta el momento más interrogatorios en la Comisaría.
Rastro de sangre
El rastro de la sangre localizado en el portal donde se cometió el crimen desconcierta a los investigadores. Además del gran charco sobre el que fue hallada la víctima, fueron localizadas gotas de sangre desde el ascensor hasta la entrada del edificio, pero en ese lugar desaparecen y su rastro se pierde.
Los amigos de la joven, todavía desconocedores del crimen, esperaron cerca del edifico a que la Policía les permitiese el acceso al edificio. Entre ellos, el exnovio, en estado de shock tras conocer la muerte de Ana María. Todos ellos tendrán que declarar en las próximas horas para intentar arrojar luz al último crimen registrado en Vigo, un asesinato que desgraciadamente devuelve a la ciudad a los años 2002 y 2004, cuando Déborah Fernández y Sara Alonso murieron en terribles circunstancias.