Según indicaba la alertante, su hija le había llamado por teléfono pero desde el otro lado de la línea no hablaba nadie. En su lugar, se escuchaban fuertes ruidos derivados del impacto de algún objeto y los gritos de dos personas, su propia hija y la pareja de ella, que discutían acaloradamente. La inquietud de la madre se hizo todavía mayor, ya que reside en Marín y no contaba con medios para, en ese momento, acercarse hasta el domicilio.
Al no conseguir establecer comunicación con ella tras varios intentos, llamó a la Policía Local. No obstante, no disponía del piso exacto en el que se encontraba la vivienda y sólo sabía el nombre de la calle y el número del edificio. Con esos datos, una patrulla se desplazó al lugar y realizó un “minucioso reconocimiento” de todos los pisos, recorriendo cada una de las plantas y llamando a todas las puertas.
Pasados unos minutos, la labor de los agentes no arrojaba ningún resultado pero los insistentes ladridos de un perro que provenían de uno de los domicilios al que habían llamado con anterioridad despertaron su atención.
Así, los agentes volvieron a llamar a esa vivienda sin que nadie respondiese a sus requerimientos. No obstante, tras consultar con la madre de la afectada si su hija tenía un perro y revelar ésta que sí, centraron toda su atención y esfuerzos en ese inmueble, donde después de unos minutos abrió la puerta una mujer de 24 años, que presentaba “un notable estado de nerviosismo e indicios de haber llorado recientemente”.
La joven confirmó la agresión sufrida por parte de su pareja, un hombre de 26 años, que fue arrestado por los agentes por un delito de violencia de género y puesto a disposición judicial. Mientras, la víctima fue atendida por el 061-Urxencias Sanitarias, cuyos facultativos decidieron su traslado al hospital Álvaro Cunqueiro para un mejor reconocimiento de las lesiones que padecía.