Cuando en el año 1968 desaparecieron los añorados tranvías se constituyó Vitrasa como una empresa de Vigo: Viguesa de Transportes Sociedad Anónima. Aquel cambio en el tipo de transporte urbano no estuvo exento de polémicas y controversias, pero salió adelante y la responsabilidad recayó sobre quien gobernaba el Concello en aquel momento. Luego, con el paso de los años, la empresa Vitrasa fue pasando de unas manos a otras y ahora ya no es la del principio y ni siquiera es de Vigo, ni de Galicia e incluso ya no es una empresa de España.
Vitrasa es una empresa rentable por mucho que digan. De lo contrario, hace tiempo que sus accionistas hubieran soltado el lastre. Además, de vez en cuando el Concello le “ayuda” de alguna manera directa o solapada, y así lleva la ciudad de Vigo años y años. Siguen diciendo que no es rentable, pero ahí está, en pie. Y para calmar los ánimos de vez en cuando renuevan algunos elementos de la flota, Dios sabe con qué compromisos ocultos de cara al futuro.
Ahora, en el momento de expirar la concesión, es una gran oportunidad para que la ciudad de Vigo recupere esa compañía y la municipalice integrando la plantilla de trabajadores en la nómina del Concello. Sería un gasto más, por supuesto, pero si la empresa propietaria de Vitrasa saca beneficios, aunque sea con las ayudas del Concello, la ciudad también puede soportarla, ahorrarse esas ayudas, y gestionarla con independencia, quizá de un modo más barato. Recuperar Vitrasa es un deber moral del Concello con la ciudad. Dejar escapar esta gran oportunidad con una nueva renovación de la concesión es un robo imperdonable que recaería sobre la conciencia de quien firme la continuidad.