La taberna Eligio constituye un lugar insigne en la vida cultural de la ciudad de Vigo e incluso de toda Galicia. Se trata de un pequeño establecimiento ubicado en pleno centro de la ciudad olívica, concretamente en la Travesía da Aurora, una calle de corto recorrido que va paralela al último tramo de la Rúa Príncipe desde la Rúa Perú hasta la Rúa do Doutor Cadaval.
El local tiene una larga historia que se remonta a principios del siglo XX, cuando era una cochera de carruajes de caballos. En los años veinte del mencionado siglo, Eligio González Álvarez, natural de Gomariz (Leiro – Ourense) lo transformó en una taberna donde se servía vino en tazas colocadas sobre barriles a modo de mesas, conservando la parte superior como vivienda.
Poco a poco fue ganando fama y la taberna se convirtió en un punto de encuentro y de tertulia de variados personajes de la cultura y la política. La lista de clientes ilustres de diferentes épocas abarcaba a Ramón Cabanillas, Valle Inclán, Álvaro Cunqueiro, Laxeiro, Lodeiro, Blanco Amor, Celso Emilio Ferreiro, Lugrís, Maside, y un largo etcétera que también englobaba al personal del periódico El Pueblo Gallego, cuyas instalaciones colindaban con la parte trasera.
Pero la taberna Eligio no siempre estuvo sola porque durante muchos años existió a su lado otra taberna de igual importancia: La Viuda. Ambas se repartían la clientela, aunque Eligio siempre constituyó la referencia de la cultura y la política.
El Pueblo Gallego, que pertenecía a la Cadena de Prensa del Movimiento (la estructura periodística del franquismo), cerró sus puertas a finales de los años setenta, con Franco ya fallecido, y durante muchos años el entorno urbano fue deteriorándose, incluido el local de La Viuda, que también cerró sus puertas.
El propio Eligio, persona amable, de baja estatura y siempre ataviado con un mandilón azul, se encargaba de servir el vino traído del ribeiro en botellas y en barriles, con ayuda de una jarra blanca de porcelana. El vino, tanto blanco como tinto, se servía en tazas (cuncas) y los clientes se situaban alrededor de barriles a modo de mesas.
Detrás de la pequeña barra, al fondo a la izquierda, sobre la que estaba una antigua cafetera de gran tamaño, estaba su mujer, Dolores Soto, muy alta y de una gran amabilidad que se encargaba de la cocina, donde elaboraba unas magníficas croquetas. También conviene recordar que Eligio era famoso por sus queimadas, que hacía por encargo, especialidad que se refleja en la caricatura que figura en la fachada, realizada en 1974 por Quesada.
Décadas más tarde del cierre del Pueblo Gallego se limpió toda la zona para edificar lo que hoy es la delegación en Vigo del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia, un impresionante proyecto arquitectónico inaugurado en el año 2009 y del que fueron artífices los arquitectos Guadalupe Piñeira y Jesús Irisarri. Precisamente, el proyecto de urbanización de la parcela de El Pueblo Gallego salvó la pequeña casa de la histórica taberna Eligio, que quedó encastrada en el moderno edificio continuando con su actividad y con su clientela fiel y habitual.
A finales de los años ochenta, en 1987, falleció Eligio González y el negocio pasó a manos de Carlos Álvarez, su yerno, que lo mantuvo abierto hasta que en 2015 se jubiló. Años más tarde, después de que muchas personas manifestaran su interés en hacerse con el establecimiento, la familia, que quería mantener la filosofía del negocio, se decantó por Poldo Celard, que reabrió en el año 2019 ofreciendo vinos y productos típicos de gran calidad, consiguiendo un lleno continuo y con una fama todavía más avivada gracias a las obras del escritor Domingo Villar, cuyo principal personaje, el inspector Leo Caldas, es un cliente incondicional. Podría afirmarse que nadie puede decir que ha estado en la ciudad de Vigo si no ha visitado la taberna Eligio.