La ciudad de Vigo no se caracteriza, precisamente, por salvaguardar sus elementos históricos o arquitectónicos. Basta con hojear el interesante libro “Vigo, la ciudad que se perdió”, de Jaime Garrido Rodríguez, editado por Galaxia, para constatar, con pruebas fehacientes, el ansia destructora de algunos gobernantes locales que antepusieron los intereses particulares y el negocio de unos cuantos a los tesoros arquitectónicos y a la historia de la ciudad de Vigo, y de igual modo a los recuerdos populares de la ciudadanía. Los ejemplos son numerosos e incluso aún quedan residuos físicos de esa destrucción urbana y abandono, baste mencionar, por ejemplo, los pequeños restos de la muralla de Vigo que se encuentran ocluidos bajo un horroroso panel informativo al principio de la Rúa Laxe; o la entrada del túnel que antaño comunicaba la Porta do Sol con la Rúa Victoria, a la que le falta el merecido protagonismo.
Está claro que la ciudad de Vigo seguirá con esos problemas mientras no tenga al frente a una persona que no valore realmente esos detalles y que respete la esencia de la ciudad. Quizá sea porque muchos de los gobernantes locales no han nacido o siquiera vivido en la ciudad desde edad temprana y carecen de la impronta de los recuerdos de la infancia y la juventud.
Casa Roucos es un claro ejemplo de esos lugares emblemáticos en la ciudad de Vigo, de los que ya quedan muy pocos, casi contados. El local está ubicado en el número 6 de la Rúa Santa Marta, y permanece en actividad desde principios de los años cincuenta del pasado siglo XX, cuando los padres de los actuales propietarios, los hermanos Sira y José Antonio Carrasco, se trasladaron a Vigo desde la aldea ourensana de Roucos, en la parroquia de Pena, correspondiente al municipio de Cenlle, en las tierras del ribeiro.
Es importante resaltar que la oferta gastronómica de Casa Roucos no tiene nada que ver con las modernas distinciones de estrellas y similares, Casa Roucos va mucho más allá porque su cocina es la esencia de la más pura tradición gallega en la que destacan los pescados, el cocido gallego, y unas filloas realmente inimitables, todo ello regado con un buen vino de la casa. De su excelente cocina casera, del buen trato con los clientes, y del entorno hogareño de sus salones que favorece la reunión y la conversación distendida, dieron fe, a lo largo de sus décadas de existencia, muchas figuras prominentes.
Por Casa Roucos han pasado personajes de indiscutible valía como el profesor, escritor y erudito gallego Xosé Luis Méndez Ferrín, el pintor José Otero Abeledo (Laxeiro), que era habitual, el destacado pintor Antón Pulido, el cantante Paco Ibáñez, el pintor José María Barreiro, el editor Bieito Ledo, y una innumerable lista de la que ha ido quedando constancia en las numerosas obras que ahora decoran los salones de esa singular casa de comidas y de interesantes tertulias.
Sin duda, Casa Roucos es un rincón histórico de la ciudad de Vigo y es preciso conservarlo, por encima de cualquier interés económico o urbanístico. Los hermanos Sira y José Antonio, gracias a las gestiones de sus abogados, que han peleado el asunto, han llegado a un acuerdo con la constructora de la macrourbanización de lujo del Barrio do Cura para conseguir un nuevo local donde ubicar todo ese conjunto de cocina, comedores y locales de tertulia, decorados con las mismas pinturas, esculturas y los variados recuerdos de quienes, a lo largo de sus décadas de existencia, han contribuido a escribir y engrandecer su historia.
Esos son los sobrados méritos de Casa Roucos, un lugar sagrado de la ciudad de Vigo que debe permanecer en pie y que las autoridades locales ya debieran haber preservado.