La violencia de género es una triste realidad que parece no tener fin, ni siquiera límites. Parece una pesadilla que día a día, en pleno siglo XX y luego de enormes campañas de información en todos los medios de comunicación, sigan produciéndose escenas aborrecibles de violencia de género, e incluso situaciones violentas que terminan con el deleznable asesinato de una o más víctimas. Sin olvidar que la violencia de género afecta a todas las edades, porque no es sólo un problema de mujeres mayores, también se aprecia en mujeres jóvenes, en edades escolares.
Lo curioso es que, en algunos casos, el asesino, luego de su atrocidad, intenta quitarse la vida, casi siempre sin resultado. ¿Por qué razón, llegado al límite de su locura, el asesino no comienza por quitarse él mismo su propia vida y así deja en paz a sus víctimas? Sin embargo, siempre ocurre al revés, conmocionando a propios y a extraños, y muchas veces marcando de por vida a menores que se han visto inevitablemente involucrados en la situación, sin comprender cómo dos personas que en su día se supone que se amaron se transformaron en víctima y en verdugo.
Precisamente, en la ciudad de Vigo existe la llamada “Casa das mulleres”, en el número 20 de la Rúa Romil, donde cualquier mujer puede acudir día y noche —-está siempre abierta—- a solicitar información o ayuda, una extraordinaria labor social que es preciso resaltar.
Además, también se puede utilizar el teléfono 016, al que se puede realizar una llamada que no deja rastro. Pero lo peor de todo es que algunas mujeres rechazan la denuncia o la protección y llegan a creer en un arrepentimiento que, desgraciadamente, siempre es aparente o transitorio, y el hombre siempre termina maltratándola de nuevo y muchas veces matándola; ya se sabe que “burra vella non colle andadura, e si a colle pouco lle dura”. Por eso es muy importante tomar medidas a tiempo, porque luego, en el cementerio, ya no hay remedio.






















