El puerto de Vigo recibe hoy a uno de los grandes veleros escuela de Europa: el Roald Amundsen. Este bergantín de bandera alemana, de 50,2 metros de eslora y 7,1 de manga, llega a la ciudad olívica alrededor del mediodía y permanecerá atracado hasta el próximo 1 de noviembre, cuando zarpará nuevamente a las 12.00 horas rumbo a su siguiente destino.
Construido en 1952 en el astillero VEB Elbewerft, en Boizenburg (Alemania), este buque de acero es una auténtica joya de la navegación tradicional. Nacido inicialmente como un barco pesquero y más tarde reconvertido en buque cisterna para la marina de la antigua República Democrática Alemana (RDA), el Roald Amundsen renació en los años noventa como un velero de entrenamiento que hoy inspira a marinos de todo el mundo.
De buque tanque a velero escuela
El barco fue botado originalmente bajo el nombre de Vilm y durante décadas desempeñó tareas de transporte y abastecimiento en la marina alemana. En 1991, tras años de servicio y un periodo como vivienda flotante, su casco fue subastado y adquirido por dos entusiastas de la navegación tradicional. En los astilleros de Wolgast, a orillas del Báltico, comenzó entonces una meticulosa transformación que culminó en 1993 con su conversión definitiva en un bergantín de dos mástiles y aparejo cuadrado.
Ese mismo año realizó su primer viaje bajo el mando de Immo von Schnurbein, antiguo capitán del mítico Gorch Fock. Desde entonces, el Roald Amundsen ha surcado más de 450.000 millas náuticas, participando en regatas internacionales y programas de formación marítima. Hoy, bajo la gestión de la naviera Detlev Loell & Hanns Temme GbR, continúa su misión como buque escuela de la asociación sin ánimo de lucro LebenLernen auf Segelschiffen (“Aprender a vivir en barcos de vela”).





Una lección de vida a bordo
El Roald Amundsen no es un velero ni un barco de recreo. Su filosofía es la del aprendizaje activo y la convivencia en alta mar. “Usted se convierte en un compañero marinero al unirse a nuestra asociación; no se necesita experiencia previa, solo el deseo de participar y adaptarse al ritmo de la vida a bordo”, explican desde la fundación que lo gestiona.
Durante la temporada alta, el velero navega con una tripulación de 41 personas, de las cuales 15 son aprendices que, sin necesidad de conocimientos previos, aprenden las tareas de navegación, maniobra y mantenimiento. Bajo la supervisión del capitán y los oficiales, cada jornada se organiza en turnos que implican izar velas, ajustar cabos y participar en la vida cotidiana del barco.
Un gigante de acero y vela
El Roald Amundsen desplaza 298 toneladas y posee una superficie vélica de 850 metros cuadrados, repartidos en 18 velas que se extienden por mástiles de 34 metros de altura. Su motor auxiliar, un Buckau-Wolf de origen alemán, le permite mantener una velocidad media de 6,3 nudos y alcanzar picos de hasta 10,6.
Estas cifras, sin embargo, son solo parte de su encanto. Lo que realmente distingue al Roald Amundsen es su carácter de monumento flotante: una embarcación restaurada a base de trabajo voluntario que simboliza la reunificación alemana y la preservación del arte de la navegación a vela tradicional.
Entre el Báltico y el Atlántico
En verano, el Roald Amundsen navega por el mar Báltico y el mar del Norte, mientras que en los meses de invierno suele recalar en las Islas Canarias o realizar travesías transatlánticas. Su llegada a Vigo se enmarca dentro de una de estas rutas otoñales, en las que el buque combina formación práctica y promoción cultural en puertos europeos.
Su presencia en el puerto vigués no pasará desapercibida. Para los amantes del mar, supone una oportunidad única para contemplar de cerca un bergantín auténtico, superviviente de otra época. Y para sus tripulantes, representa una escala más en un viaje que trasciende la navegación: una experiencia humana y colectiva que, como resume la capitana Cornelia Rothkegel, “nos enseña cuán pequeños y, al mismo tiempo, vastos somos en este mundo”.



Una historia que sigue navegando
Setenta años después de su construcción, el Roald Amundsen continúa cumpliendo una misión que combina historia, educación y aventura. En cada puerto, sus velas rojas y blancas evocan la tradición marinera europea y recuerdan que, incluso en tiempos de tecnología y velocidad, sigue habiendo lugar para la calma, el esfuerzo compartido y la libertad que solo el viento puede ofrecer.
Hasta el 1 de noviembre, Vigo se convierte en su hogar temporal. Desde el muelle de Portocultura, será posible contemplar este símbolo de la navegación clásica, un puente entre generaciones y mares que, bajo la bandera alemana, sigue desafiando las olas con la elegancia de los grandes veleros del siglo pasado.






















