La Navidad de Vigo se encendió de nuevo. Iluminó el mundo, el planeta y el universo, pero antes hubo suspense. Y es que la lluvia caída durante todo el día provocó un cortocircuito en el sistema de luces del árbol gigante. Ni música, ni luz. El alcalde, Abel Caballero, no daba crédito con el fallo. Se giró en ese momento buscando a la persona que se ocupa de la organización de la fiesta. «El concejal responsable, que hoy lo tiene crudo como es natural, me dice que necesitamos unos segundos», aseguró entre risas tras realizar la cuenta atrás y no funcionar la iluminación.



Tras unos eternos cuatro minutos de tensión, en los que el alcalde siguió hablando con micro en mano, el árbol reaccionó. Las luces se encendieron y la felicidad se extendió por la Porta do Sol (especialmente para el «concejal responsable»). Sobre el escenario, todos los ediles, también el subdelegado del Gobierno y la esposa del alcalde.
Durante el acto previo también hubo un recuerdo para Palestina y Caballero saludó a las personas que se encontraba en la plaza con varias banderas.
Y es que si la tradición, como es sabido, se fundamenta en la repetición, no hay duda de que Vigo se encamina a hacer del encendido de las luces de Navidad una muy suya. Necesitará, eso sí, que ese aprendizaje colectivo se transmita entre generaciones, para lo que todavía faltan unos años, pero mientras eso no suceda, la ciudad, o al menos una buena parte de ella, disfruta con el encendido con el mismo arrebato con el que lo hubiera hecho cien años atrás con un espectáculo de Houdini.
Ovación a la Navidad de Vigo
Y al igual que una sonora ovación de admiración y regocijo inundaba las salas en las que actuaba el genial ilusionista cada vez que conseguía escapar de un encierro mortal, así hacen los vigueses que resuene la ciudad siempre que Abel Caballero, alehop, pulsa el botón del encendido de la Navidad. Sucedió en la tarde de este sábado y Vigo superpuso a la anterior una nueva capa de lo mismo, que así es como se hace tradición.
Como cada año, merodearon por cientos los curiosos ya de buena mañana en Porta do Sol, como si quisieran asegurarse de que todo estaba en perfecto orden de revista para que nada fallase llegado el momento, pero la plaza no comenzó a llenarse en serio hasta las seis de la tarde, que es cuando se reabrió tras dos horas en las que estuvo prohibido el paso. Entonces, despreocupados de la lluvia y su amenaza, casi displicentes con las admoniciones del hombre del tiempo, comenzaron a fluir los vigueses colgados de sus paraguas hacia la zona cero de la Navidad.
El espacio, dos personas por metro cuadrado, daba para 7.000 personas. Y 7.000 personas, a ojo de buen cubero, fueron las que entraron. Sobre la tarima, a los pies de un árbol que este año escala hasta los 45 metros, el alcalde rodeado de su séquito, todos ellos enfrente de una nube de cámaras de fotos y televisión. Al fin y al cabo, nadie quiere ni se puede permitir perderse ese segundo mágico en que la mano del alcalde da inicio a la Navidad en todo el planeta Tierra.
La Navidad y los satélites
«Todos los satélites del mundo enfocan a Vigo», dijo Caballero, al que se le acaban las ideas para resumir en una frase fuerza la grandeza de la Navidad en Vigo. Dio igual. Recibió una ovación como las que se llevaba Eric Cantona en Old Trafford cuando se alzaba el cuello de la camiseta. «En la Liga de las grandes ciudades de la Navidad ya solo está Vigo», añadió el alcalde, que se crece en las grandes citas.
Y entonces, como cada año, llegó ese segundo glorioso y único, y decenas de miles de luces LED iluminaron el árbol, y millones de luces LED iluminaron la ciudad. ¿Cuántas? Pues se diría que el número exacto ha dejado hace tiempo de interesar a nadie. No es eso, no es eso. Ya no importa cuán faraónica pueda llegar a ser la propuesta; lo deseable es que se repita. Que cada año, como el anterior, regrese la gente a Porta do Sol para dar la bienvenida a la Navidad antes que nadie en el mundo entero. Que se sume una nueva capa de lo mismo a todo lo anterior para que se vaya haciendo tradición.
Al igual que espera toda Europa que suene ‘We Are The Champions’ cuando el Manchester o el PSG ganan la Champions League y que vuele el confeti sobre los futbolistas, así todo Vigo espera que cuando comienza la Navidad suceda, llueve o truene, exactamente lo que ha sucedido hoy: la misma canción de John Lennon, los mismos trucos de Houdini que hace el alcalde sobre la tribuna, la misma ovación salida de las gargantas de miles de vigueses para dar inicio, otra vez, a la Navidad. Porque así, y no de otro modo, se construye la tradición. Y esta es ya muy nuestra.




















