El pasado lunes, España se detuvo por un instante (unas horas mejor dicho). Un apagón general sumió al país en una pausa inesperada, dejando tras de sí un mosaico de historias. En el barrio de Coia, una de esas historias brilló con especial intensidad: la de Gloria, una mujer de 88 años que, en silla de ruedas, fue llevada en volandas por un grupo de obreros desde la calle hasta su hogar en el piso 15 de un edificio. En medio de la oscuridad, la resiliencia y la bondad encontraron la manera de encender una chispa.
Una espera en la oscuridad
El apagón sorprendió a Gloria y a su hija, María José, fuera de casa. Como tantas otras personas, confiaron en que la luz regresaría pronto. Sin embargo, las horas pasaron y la situación no cambió. Con el ascensor fuera de servicio, la vivienda de Gloria, ubicada en el piso 15, se convirtió en un destino inalcanzable. María José, decidida a mantener la calma, subió los quince pisos a pie para preparar un almuerzo que compartieron en el pequeño jardín junto al edificio. Pero el tiempo seguía corriendo, y la luz no volvía.
“El apagón nos cogió fuera de casa”, recuerda María José. “Mi madre está en silla de ruedas y, evidentemente, no podía subir a casa. Pensábamos que la luz vendría en unas horas, pero iba pasando el tiempo y no sabíamos qué hacer.” Fue entonces cuando María José miró al otro lado de la calle y vio a un grupo de obreros de la empresa Favensis, que trabajaban en un edificio en la calle Redondela y también aguardaban el regreso de la electricidad, “mi madre y yo entendíamos que los bomberos estarían desbordados con incidencias más importantes, así que llamarlos simplemente sería saturar una situación ya por sí desbordada”. Tras pensarlo durante un largo tiempo, cruzó la calle y se acercó a Cristian, uno de los trabajadores, para explicar la situación.
Un esfuerzo colectivo
La petición de María José sorprendió a Cristian y a sus compañeros. “Al principio pensaron que era una broma, pero cuando se dieron cuenta de que era verdad, no lo dudaron ni un momento”, cuenta María José. La cuadrilla, formada por Cristian, Óscar, Alfonso, Fran, Gabriel y Adrián, se organizó rápidamente. Tras una petición de ayuda totalmente inesperad decidieron subir a Gloria y su silla de ruedas hasta el piso 15, una tarea que requirió coordinación, fuerza y, sobre todo, corazón.
“Subimos a Gloria entre seis compañeros, turnándonos”, explica Cristian. “Dos llevábamos las ruedas delanteras, otros dos las manetas traseras de la silla, y el resto nos ayudaba a equilibrarnos y a hacer las maniobras en las escaleras”. El ascenso, que duró casi media hora, fue un desafío físico, pero también un momento de conexión humana. “Sinceramente, nunca pensamos que un lunes de trabajo sería así”, añade Cristian con una sonrisa.

La sonrisa de Gloria
Para Gloria, aquellos minutos en las escaleras estuvieron llenos de calidez. Los obreros, lejos de tratar la situación como una mera tarea, la arroparon con amabilidad y buen humor. “Han sido chicos súper amables, les deseo lo mejor”, dice Gloria con gratitud. “Me trataron muy bien, me llevaban con una sonrisa”. Esa sonrisa, compartida en medio del esfuerzo, fue un recordatorio de que, incluso en los momentos más complicados, la empatía puede transformar la experiencia.
María José, que acompañó a su madre durante el ascenso, no puede evitar emocionarse al recordarlo. “Creo que a veces nos dejamos llevar por la política y los sucesos, y nos olvidamos de que el mundo está lleno de gente buena”, reflexiona. La acción de la cuadrilla liderada por Cristián no sólo resolvió un problema práctico, sino que dejó una huella profunda en ella y en Gloria. “Pasamos tres días sin salir de casa, pensando que la situación podría repetirse”, admite María José con una sonrisa, “pero ese día nos enseñó algo importante”.
La fuerza de lo cotidiano
La historia de Gloria y los obreros de Favensis no necesita adornos para brillar. Es un relato sencillo, pero poderoso, que demuestra cómo los gestos aparentemente pequeños pueden tener un impacto enorme. En un mundo donde las noticias a menudo se tiñen de división, este episodio es un recordatorio de la fuerza de la comunidad y de la capacidad de las personas para unirse en los momentos de dificultad.
Los seis trabajadores (Cristian, Óscar, Alfonso, Fran, Gabriel y Adrián) no buscaban reconocimiento. Para ellos, fue un lunes extraño de trabajo que, sin esperarlo, se convirtió en algo inolvidable. Pero para Gloria y María José, su esfuerzo fue mucho más: un faro de humanidad en medio de la oscuridad. Como dice María José, “el mundo está lleno de gente buena”. Y en ese piso 15, esa verdad se hizo más evidente que nunca.