Pero la vida ha cambiado, afortunadamente, y ese lavadero es casi un testimonio del pasado. No es así, en cambio, con la consideración que aún les dispensan algunos hombres para los que la mujer es un ser destinado a servir y obedecer, objeto de vejaciones, de abusos, y de comportamientos violentos y criminales.
Mucha tinta —-y muchas palabras—- se continúan vertiendo sobre lo que actualmente se llama violencia de género. Se le llame como se le llame es un hecho que existe y que no cesa simplemente con palabras y con buenas intenciones, con conmemoraciones que sólo sirven para que esta injusticia no caiga en el olvido y se quede sin el castigo que le corresponde. Claro que son importantes las posiciones en contra de la violencia de género —-y de otros tipos de violencia—-, pero la clave, en mi opinión, está en la educación desde la edad temprana, y no sólo en los niños, sino también en las niñas.
El machismo, el verdadero origen del comportamiento violento, no es exclusivo de los niños que luego crecen hasta convertirse en hombres, sino también de las niñas que luego se convierten en mujeres. Porque también existen muchas mujeres machistas que confunden los celos y las actitudes violentas y de control con el verdadero cariño, con el amor. Los celos y la violencia nada tienen que ver con el amor. Y eso, hoy en día, no se aprende con catorce años, ni siquiera con doce o con diez años; viene de más abajo, de mucho antes, incluso del entorno familiar, del roce cotidiano.
La sociedad y los medios de comunicación, con una publicidad de claros tintes machistas no ayuda en nada. Tampoco la actitud de muchos cantantes con sus actitudes y con sus canciones —reggaetón, es un ejemplo—, ni de muchos actores, ni de muchos futbolistas; ninguno de ellos ayudan. Estos personajes famosos ejercen una enorme influencia en los más jóvenes, por eso su implicación es fundamental, y no sólo en este tema de la violencia de género, sino también en el consumo de drogas, en el respeto humano, en la libertad bien entendida, en la forma de comportarse adecuadamente, en la forma de hablar, en el consumo responsable de bebidas alcohólicas, en el juego limpio…; ellos son el espejo de la juventud. Pero en la publicidad, en la música, en el cine, en el deporte…, existen demasiados intereses en juego, y el dinero siempre es el que manda. En mi opinión, existen dos frentes fundamentales para atajar la violencia de género: la incidencia del respeto de género en la enseñanza más básica, y la participación comprometida de los personajes más influyentes en la sociedad.
Qué pretendemos esperar de una sociedad en la que muchos políticos roban y mienten sin descaro, en la que se bailan las canciones con letras más vejatorias para las mujeres, acompañadas de sus correspondientes videos, una sociedad en la que los espejos televisivos que imita la mayoría de la población —que son los programas de mayor audiencia— siguen nutriéndose de personajes de mala calaña que ganan una fortuna contando su vida y sus vilezas con el lenguaje más soez que se pueda imaginar. No se trata de imponer prohibiciones o censuras que recuerden el pasado, sino de imponer el sentido común; más hechos y menos palabras, además de ejemplares castigos legales para quien sobrepase los límites del respeto, porque todo esto que ahora comentamos contribuye a una gran confusión social en la que una gran parte de los hombres, en el fondo, siguen creyéndose los reyes de la creación. El lavadero, al fin y al cabo, sigue siendo un símbolo vigente de la falta de consideración con la mujer.