La conclusión a la que llega el citado informe es que la utilización ordinaria de dichos dispositivos “no presenta ninguna mejora evidente”. Por cierto que dicho informe coincide con un estudio de la Universidad de Cambrigde que afirma, no sólo que dicha utilización no presenta mejoras evidentes sino que, en muchos casos, empeora la calidad de la enseñanza que reciben los alumnos. A más a más, como dirían nuestros colegas del este, hay que decir que los países con más puntuación en las pruebas PISA son, justamente, los que menos utilizan estas “herramientas” en sus aulas.
Toda esta información lleva sin duda a reflexionar sobre cómo estamos supliendo el papel del Maestro (nótese la mayúscula) y como lo estamos sustituyendo por aplicaciones, cada cual más absurda, para cubrir unas deficiencias formativas y culturales que nadie se atreve a señalar pero que están ahí.
De entrada un Maestro tiene que saber. Punto. El saber implica conocimiento y experiencia para poder enriquecer a sus alumnos desde la seguridad y el convencimiento que aquello que está enseñando es verdad. Siempre pongo el mismo ejemplo: ni Wikipedia, ni youtube, ni una infografía 3d pueden suplir a un Maestro contando lo que se siente cuando alguien entra en el Coliseo de Roma; esa es la esencia de la educación: el saber, que es conocimiento y experiencia, y la forma de transmitirlo (didáctica). Añado lo de “la forma de transmitirlo” porque la contestación fácil (y si se me permite, pueril) en este debate suele ser “si, saber saber, pero para enseñar hay que transmitir bien”… a lo que yo siempre suelo responder: de que sirve transmitir bien cuando no tienes nada que decir.
Creo firmemente que hay que reflexionar y, llegado el caso, innovar en la formación del profesorado. Y cuando digo innovar me refiero a la esencia etimológica de la palabra: cambiar para mejorar aquello que no funciona. Por desgracia, en el mundo educativo actual, cuando se habla de innovar automáticamente se piensa en app, en iPad o entornos educativos virtuales cuando, el verdadero cambio, la verdadera innovación, es mucho más sencilla y, también, mucho más profunda.