La ría de Vigo, que ayer despidió a la flota de la 56ª edición de La Solitaire du Figaro Paprec en su tercera y última etapa, guarda hoy un silencio amargo para uno de sus protagonistas. Tom Dolan, el regatista irlandés que en 2024 rompió décadas de hegemonía gala al conquistar la regata, no tomó la salida este domingo rumbo a Saint-Vaast-la-Hougue. Una lesión en el brazo, sufrida apenas una hora después del inicio de la primera etapa, ha forzado su retirada, dejando al Smurfit Kappa – Kingspan atracado en la dársena de Portocultura a la espera de un regreso discreto a Francia. Dolan, de 38 años, priorizó su salud y la seguridad en un mar que pronostica condiciones adversas, cerrando una campaña de altibajos con la frente en alto.
Este desenlace, anunciado en la mañana del domingo tras consulta con su equipo médico, no empaña su legado, sino que lo engrandece: competir con dolor, remontar posiciones y optar por la prudencia en una prueba donde el límite entre la gloria y el riesgo es tan fino como un foque al viento.
De la granja irlandesa a la cima de la Solitaire
Tom Dolan no es un navegante cualquiera; es un símbolo de perseverancia en un deporte donde los franceses han dominado con mano de hierro. Nacido el 27 de abril de 1987 en el condado de Meath, creció en una granja rural de Irlanda, rodeado de campos verdes y lagos serenos donde, de niño, descubrió la vela en un pequeño embalse. Aquellos chapuzones forjaron un carácter tenaz que lo llevó, a los 19 años, a mudarse a Francia en busca de horizontes más amplios. «Quería ser profesional o nada», ha dicho en entrevistas, y así lo hizo: se instaló en Lorient, meca de la náutica gala, para entrenar sin tregua.
Su carrera despegó en la clase Mini 6.50, donde en 2017 firmó un sexto puesto en la Mini Transat, la travesía atlántica en prototipos de seis metros que es el rito de paso para los solitarios. En 2018, Dolan saltó al circuito Figaro con el respaldo de Smurfit Kappa, escalando posiciones: quinto en la Solitaire de 2020, séptimo en 2022 y, en 2024, la epopeya. Aquel triunfo (el primero para un no francés desde 1988) le valió el trofeo VIVI y el título de Regatista del Año en Irlanda. En 2025, sumó un segundo puesto en la Fig’Armor y otro en la clase IMOCA 60 de la Rolex Fastnet Race, además de un quinto en la Course des Caps junto a Jérémie Beyou.
En esta edición, su defensa del título fue una montaña rusa. Sexto en la primera etapa pese a la lesión inicial (remontando desde el 20º puesto), optó por una «apuesta occidental» en la segunda, navegando offshore en busca de vientos favorables que lo llevaron al grupo de cabeza, aunque rozó el 33º en momentos de bonanza para otros. «El dolor fue peor en la segunda etapa», confesó. «Con las condiciones pronosticadas en Finisterre, no soy capaz de rodearlo. Sería puro sufrimiento». Ahora, con el brazo maltrecho y los efectos de los analgésicos comprometiendo su juicio, Dolan elige la tierra firme: «La navegación en solitario es un esfuerzo colectivo. Si no puedo tomar decisiones seguras, la única inteligente es quedarme en puerto».
El Figaro 3, un máquina de ilusiones en solitario
El Smurfit Kappa – Kingspan, atracado en Portocultura, no es un velero más; es un Bénéteau Figaro 3, el monotipo que desde 2019 define la Solitaire y eleva la competición a un duelo de mentes sobre cascos idénticos. Diseñado por el estudio VPLP, artífices de gigantes como los IMOCA de la Vendée Globe, este barco de 10,89 metros de eslora y 3,48 de manga es un prodigio de ligereza y potencia, con un desplazamiento de 3.175 kilos que lo hace ágil como un depredador oceánico.
Su singularidad radica en los foils retráctiles, pioneros en un velero de serie: estos apéndices, controlados manualmente desde la bañera, generan sustentación para reducir la resistencia al agua y catapultar velocidades en ceñida y popa, alcanzando hasta 20 nudos en ráfagas. Sin lastres de agua (a diferencia de su predecesor, el Figaro 2), cuenta con una quilla fina de 2,50 metros de calado para ceñir mejor al viento y un mástil retrasado que permite un plano vélico expansivo: sloop fraccionado con mayor cuadrada, foque generoso y spinnaker para portantes. Construido en sándwich de poliéster y espuma de PVC por infusión, resiste olas de más de cuatro metros y vientos Beaufort 8, con certificación CE Clase A.
Equipado con un diesel Nanni de 21 CV para emergencias y autonomía para millas interminables, el Figaro 3 pone el foco en el patrón: en la Solitaire, donde todos parten iguales, la victoria se teje en lecturas meteorológicas y maniobras bajo fatiga. Para Dolan, este barco fue extensión de su astucia; ahora, en Vigo, espera su regreso a casa, posiblemente vía A Coruña para unirse al velero de Anaëlle Pattusch (retirada tras dislocarse de hombro) y navegar a motor hacia Saint-Vaast-la-Hougue, según fuentes cercanas a la organización.
Un legado que trasciende la lesión
La retirada de Dolan no es derrota, sino madurez. «Gracias a mis patrocinadores, Kingspan, Quinta do Lago y FL Partners, y al equipo que me lleva a la línea de salida», decía su comunicado. «Estoy decepcionado, pero di todo. Respeto a mis rivales; ganamos y perdemos por decisiones». Mientras el Kingspan reposa en la dársena, con la ría como testigo, Dolan enfoca la recuperación, con la vista en futuras batallas. En un deporte donde el mar no distingue campeones, su historia (de granjero a conquistador) inspira a quienes alguna vez han soñado con echarse a la mar para vivir grandes aventuras. Vigo, que lo vio llegar herido pero entero, le desea vientos propicios en el horizonte.