Resaltaron la dureza de la expedición, destacando el frío como su mayor enemigo, que provocó roturas del material en las primeras jornadas y les provocó sensaciones térmicas de hasta -50º.
Lago resumió sus primeros días como “interesantes de más: hubo principios de congelación, temperaturas muy bajas y grietas de hasta 10 kilómetros que tuvimos que aprender a salvar sobre la marcha para poder acercarnos a la costa por las noches”. Acercarse a la costa era una de las maniobras obligadas cada anochecer. Allí la capa congelada era más gruesa y había nieve con la que construir un muro para resguardarse en caso de tormenta.
Otro de los factores que dificultó la travesía fue el carácter cristalino del hielo que recubre el lago. El Baikal es conocido por la escasa turbidez de sus aguas, por lo que esta capa transparente, a través de la que incluso pudieron ver peces nadando, no significa necesariamente peligro. “Nos llevó unos días entender la filosofía del hielo”, confiesa Chus Lago, que llegó a dudar de la viabilidad de completar la expedición.
Pese a las adversidades, el equipo coincide en valorar la experiencia como positiva, “la sensación de acabar es enorme” y describen el Baikal como uno de los lugares más espectaculares que han pisado nunca. “La combinación del hielo de diferentes colores con las manchas de nieve era como estar pisando el cielo” y aseguran que el proyecto Compromiso con la tierra “no acaba aquí”, por lo que esperamos nuevas expediciones.