Aparte del retraso acumulado, de que aún no se han sustituido los asientos de Río Bajo o de que el cambio de butacas en Río Alto ha desubicado a los aficionados y les ha dejado menos espacio para sentarse, el interior de la bancada ha vuelto a quedar desnudo, lo cual no ha sentado nada bien en el seno de la entidad.
No hay reparo en reconocer que el exterior ha sido un acierto estético pero en este punto se rescatan las palabras del presidente Carlos Mouriño, que en su día habló de “un envoltorio bonito”. En el Celta se censura que la remodelación se haya quedado fuera y que por dentro continúe el aspecto desangelado de siempre. Ni un motivo celeste, ni un elemento decorativo, ni siquiera un detalle que evoque a la ciudad.
Ante este panorama, el club vigués se encuentra con que a efectos prácticos la reforma no ha terminado y con que deberá realizar de nuevo una importante inversión para adecuar la zona de accesos, vomitorios y pasillos de Río como ya tuvo que hacer con Tribuna después de que el Concello terminara las labores sobre la cubierta y la fachada.
La entidad celeste nunca llegó a desvelar exactamente el coste que le supuso ese completo lavado de cara, pero entiende que excede sus competencias, especialmente viendo cómo el Ayuntamiento y la Deputación de Pontevedra se están apuntando el mérito de la transformación del campo.
El enfado es todavía mayor teniendo en cuenta las declaraciones del alcalde, Abel Caballero, que en su día aseguró que el Celta sólo se había gastado 913.000 euros en la reforma de Balaídos, unas palabras que sentaron muy mal a un Mouriño que posteriormente cifró en seis millones el coste de los trabajos efectuados en los últimos años.
Así, la situación se vuelve a repetir y el club tendrá que pasar otra vez por remodelar el interior de otra grada del estadio, con la inversión que ello conlleva también en recursos humanos.