De ese legado fue víctima en el partido de la primera vuelta. Y estuvo a punto de repetir en la segunda. El Celta le sirvió sus mejores enseñanzas sobre el césped. Al margen de recibimientos ese fue el mejor homenaje que le pudo brindar. Desplegar el mejor fútbol posible ante su principal mentor.
Quizás por eso hay diferencias entre regresos y regresos. A Paco Herrera, con su éxito ascendiendo al Celta, se le recibió con cariño. A Luis Enrique este domingo se le recibió con cariño y cierta dosis de veneración. Porque Luis Enrique se fue y dejó algo. Ha vuelto y ese algo permanece. Por eso se le aclamó al mencionarse su nombre por la megafonía. Mientras a Rafinha se le escuchó entre aplausos al asturiano se le brindó una ovación. Hubo señorío. Ese que tanto se pide a los grandes clubes este domingo lo aportó la grada. Y una entidad humilde como el Celta puso la guinda. Tal y como se hizo en la vuelta de Herrera, Luis Enrique tuvo su homenaje por parte del club con un mensaje en los videomarcadores del estadio: “Benvido Luis Enrique e corpo técnico”, rezaba.
Mientras, los protagonistas evitaron la exageración. Rafinha se mantuvo serio y concentrado. En el calentamiento y en el partido. Solo hubo momento para la desconexión en el cambio, el primero del Barcelona, que puso a muchos celtistas en pie. Un gesto que él supo devolver. Antes del pitido inicial, Luis Enrique solo intercambió abrazos con algún ex compañero de trabajo. Ahí estaba el doctor Cota. Amigo de todos, no falla. Al final, habría tiempo para saludar a Gudelj, otro colega eterno. Y a todos los jugadores con los que se cruzó por el césped. Inicialmente, el técnico del Barcelona cogió rápido el camino hacia los vestuarios, resoplando y ajustándose el pantalón. Se había librado de una buena, pero meditó dos segundos y se detuvo. Ya era momento para los abrazos.
Que los amiguismos se olvidaron con el balón en juego lo demostró Balaidos en primer lugar. La afición dejó patente su hartazgo. El celtismo llegó caliente tras la procesión de Domingo de Resurrección en contra de Tebas. Y se encontró con Vicandi Garrido, que escribió un nuevo capítulo del malestar del celtismo con el colectivo arbitral. Ni las protestan más reiteradas parecen calar. Hay que compensar con fútbol, manejando la pelota lo mejor posible, sea quien sea el rival. Para dar un homenaje a una afición que este domingo se volcó con su equipo, para homenajearse a uno mismo y, en este caso, a un Luis Enrique que no pudo recibir mejor reconocimiento que ver cómo su herencia sigue plenamente viva.