Bajo un cielo gris que anticipa la lluvia otoñal, las calles de esta ciudad industrial del suroeste alemán se tiñen de celeste. No es un fenómeno meteorológico, sino el preludio a una noche histórica: el debut del Celta de Vigo en la Europa League tras casi una década de ausencia. Esta tarde, alrededor de 1.200 aficionados han cruzado fronteras e incluso husos horarios para plantar cara al VfB Stuttgart en el imponente Mercedes-Benz Arena. Es más que un partido; es un reencuentro con el continente que un día vio al Celta soñar con gloria.
Un regreso cargado de simbolismo: el Celta pisa fuerte en Europa
Han pasado ocho largos años desde la última aventura europea del Celta, en la temporada 2016-2017, cuando los de Berizzo cayeron en octavos ante el Manchester United de Mourinho. Aquella eliminatoria, con un 0-1 en Old Trafford y un 1-0 en Balaídos, dejó un regusto amargo pero también cicatrices de orgullo. Hoy, bajo la dirección de Claudio Giráldez, el equipo vigués regresa con una plantilla renovada y un objetivo claro: competir de tú a tú en una fase de liga que promete ser un rompecabezas.
Este choque inaugural contra el Stuttgart no es un capricho del sorteo. Los alemanes representan el escollo más duro del grupo del Celta, que también medirá fuerzas con PAOK, Lille, Niza, Bolonia, Estrella Roja, Ludogorets y Dinamo de Zagreb. «Europa nos obliga a elevar el nivel», repetía esta semana el capitán Iago Aspas, eterno emblema celeste. Para el Celta, este partido supone no solo tres puntos en juego, sino la validación de un proyecto que aspira a colarse entre los grandes de LaLiga y el Viejo Continente. Una victoria en Alemania sería el bálsamo perfecto para una afición que, jornada tras jornada, llena Balaídos con una pasión inquebrantable.
Vigo, con su alma marinera y su devoción futbolera, ha vibrado toda la semana contando las horas para el partido. Pero el verdadero pulso de esta resurrección europea late a miles de kilómetros, en las autopistas y aeropuertos que conducen a Stuttgart.
De Vigo a Stuttgart, un periplo de ilusión compartida
No hay fronteras para la marea celeste. El Celta ha facilitado el éxodo con un vuelo chárter desde Vigo, cuyo precio oscila entre los 790 y los 825 euros por persona, pero la mayoría ha optado por rutas más aventureras: trenes nocturnos desde Barcelona, coches compartidos desde Bruselas o incluso desvíos por los Balcanes para exprimir las vacaciones. «Desde mayo, cuando se confirmó la clasificación, supe que iba a reservar todo septiembre para esto», confiesa Víctor, un vigués que cuyo corazón late celeste y que ha llegado a Stuttgart tras un periplo por Croacia. «Lo malo es que hasta finales de agosto no supimos el rival ni el destino. Pero, mira, de los cuatro desplazamientos que nos ha tocado, este es el más accesible. He tenido suerte».
Víctor no viaja solo. Su grupo representa el relevo generacional de la peña. «Este partido marca un hito. A mí la anterior Europa League me pilló en segundo de carrera; a muchos de los que vengo, en el instituto o los primeros años de carrera. Las expediciones de antes tenían una media de edad mucho más alta. Ahora se ha convertido en un hecho transversal: ayer coincidimos con celtistas de Barcelona, un tipo que hace el máster en Maastricht y se ha escapado, e incluso erasmus de medio Europa. Es bonito ver cómo el Celta une generaciones y fronteras».
La diversidad es el alma de esta invasión. Lucas, llegó el lunes con su compañero de fatigas, aprovecha la estancia de este último con familia alemana para extender el viaje. «Llegamos con tiempo para explorar la ciudad, que está infravalorada: su industria puntera, calles ordenadas y, sobre todo, el estadio. Es moderno, con accesos impresionantes y una comodidad que envidiarían muchos en España». Para Lucas la emoción trasciende el césped. «Cada partido lo vivimos con ilusión, pero este es especial. Me sorprende que la edad de la genta que ha viajado en esta ocasión es baja, aunque sorprende ver familias enteras. Encontrarte camisetas celestes por las plazas de Stuttgart es un subidón. Más allá del resultado (es jornada 1, todo puede pasar), es el día de demostrar que el Celta ha vuelto a Europa para pelear. El público local impone, pero somos más de mil. Con esa marea, el Mercedes-Benz Arena va a temblar».
Emoción cruda en las calles de Stuttgart
En el corazón de la ciudad, frente a la plaza del palacio o en las cervecerías del barrio de Bad Cannstatt, los celtistas han tejido una red de encuentros espontáneos. «Unos amigos míos llegan esta tarde desde Bruselas, en coche», añade Víctor, mientras apura un café en una terraza abarrotada de acentos gallegos. «Yo vine de Split vía Belgrado, aprovechando para conocer Croacia antes. Es una excusa perfecta para viajar, pero el fondo es el equipo. Ya hemos demostrado que podemos competir en LaLiga; ahora toca Europa».
Lucas, con la mirada puesta en el horizonte donde asoma el coloso del estadio. «Es un día emotivo para todos. Ver tanta gente del Celta, tantas camisetas celestes invadiendo las calles, te pone la piel de gallina. No importa el marcador final; esta noche, el Celta no juega solo».
Un debut que ilusiona a medio mundo
A medida que avanzan las horas, Stuttgart se prepara para el ritual. El Celta saltará al verde a las 21:00 hora española, con el eco de 1.200 gargantas como escudo. El Stuttgart, embalado por su 2-1 en pretemporada sobre los vigueses, llega con Hoeneß al frente y un fútbol vertiginoso que ya sabe a Champions.
Pero en el fondo, esta noche no se mide en goles, sino en latidos. Para el Celta, supone el pistoletazo a una era de ambición europea; para sus aficionados, la confirmación de que la pasión no conoce distancias.