Krohn-Dehli se plantó cara a cara con Rubén, como antes había hecho Gameiro, y tuvo tiempo de sobra para pensarlo, para armar la pierna mientras se percataba de que iba a sentenciar a un equipo que todavía parece llevar en el corazón. Puede que en ese breve lapso de tiempo, en el que sin embargo a los futbolistas les pasan mil cosas por la cabeza, ya decidiera no celebrar el gol si acertaba con su disparo.
Y así fue. El gran danés –uno de los muchos sobrenombres que se ganó en Vigo- liquidó al Celta y se quedó inmóvil sobre el césped. Apenas cerró el puño cuando sus compañeros le rodearon. Imposible contenerse cuando espera una final de Copa. Krohn-Dehli se fue para mejorar económicamente, pero también para vivir días como el de hoy. Y al final ha conseguido su objetivo de pelear por un título a costa de su exequipo.
Con la calidad que atesora, quién sabe qué hubiera ocurrido con él vestido de celeste en un día en el que su teórico sustituto estuvo casi ausente. Quién sabe si hubiera tenido igualmente esa posibilidad.