Los miembros de la peña Morriña Celeste ejercieron de anfitriones en esta jornada histórica. A ellos se sumaron componentes de otras peñas, como Comando o Centolos. Eran minoría en el Calderón, pero se dejaron notar y fueron los que más disfrutaron del partido. A medida que el Celta fue encarrilando la eliminatoria y enfriando los ánimos de la afición local, el celtismo se impuso en la grada e incluso sus cánticos se colaron por los micrófonos de ambiente.
Como no podía ser de otra forma, cuando la victoria y el pase a semifinales estaban ya en el bolsillo, A Rianxeira comenzó a sonar en el Calderón.
Una vez terminado el partido, volvió a oírse esta mágica canción de la que no se abusa y solo se reserva para las grandes ocasiones. La del Calderón, desde luego lo era.
El delirio se desató cuando los jugadores del Celta se acercaron a la zona del campo en la que se encontraban los aficionados para dedicarles este grandioso triunfo. Guidetti fue el gran protagonista de esta celebración. El sueco, todo un ídolo, mostró en el Vicente Calderón su grandeza tanto durante el partido como después de que Mateu Lahoz señalase el final del mismo. La afición coreó «que bote Balaídos». Y es que cualquiera diría que el celtismo se encontraba en territorio hostil.