Mouriño hizo un breve repaso de su vida como celtista con José Ramón de la Morena. El presidente se remontó hasta su infancia, cuando el celtismo corría ya por sus venas. Carlos Mouriño era un asiduo de Balaídos desde muy niño, como recordó en esta entrevista. «Iba a Balaídos enganchado al tranvía, tirándonos en marcha cuando venía el revisor. Tengo miles de anécdotas de aquella época», relató el máximo accionista celeste, que reconoció que desde muy pequeño tenía un sueño. «Al final se pudo cumplir. Era una ilusión de niño y una ‘tontera’ de las muchas que puedes decir, como si dices que quieres ser policía o bombero. Yo decía que quería ser presidente del Celta. La gran suerte es que se pudo cumplir, pero no dejaba de ser una quimera, una ilusión, un sueño que en aquel momento no se veía que se podría hacer realidad». Mouriño también explicó quiénes eran algunos de sus ídolos de infancia. «Aquellos jugadores como Mauro, o futbolistas que no tenían un gran talento, pero sí un gran coraje, como Las Heras, Pasarín…», dijo.
Ya de adulto, el presidente se marchó a Madrid por motivos laborales. Aun así, no dejó de asistir a los partidos del Celta. «Yo estaba en Madrid, pero fíjate la pasión que teníamos por el Celta, que con mis hijos y mi mujer veníamos todos los sábados a Balaídos a ver al equipo. Salíamos de trabajar, veníamos de noche, veíamos el partido y nos íbamos de noche también. Estoy hablando de cuando la autovía no estaba hecha y eran 8 o 10 horas de viaje», explicó.
En 1982 Mouriño se marchó a México. Desde la distancia, tampoco olvidó su celtismo. «Después, ya fuera de España, seguía al Celta sin perderme ni un partido«, dijo y rememoró aquellos primeros tiempos en el país americano. «No soy un emigrante al uso. Mi suegro tenía negocios y yo continué con ellos. Pero Ciudad de México me agobió mucho y decidimos irnos a Campeche. Mi primer negocio propio fue una red de gasolineras», declaró.
Hace casi diez años, ya de vuelta en España, pudo cumplir su sueño de presidir el Celta cuando le compró sus acciones a Horacio Gómez. A Mouriño le tocó sufrir mucho en estos primeros tiempos en la presidencia: «El Celta de los primeros años de mi mandato fue un Celta tremendamente convulso. Por la afición, por el equipo, por los aficionados y por la ciudad. Tuvimos que tomar muchas medidas que dañaron al equipo y a la ciudad. Cuando te piden la dimisión y te insultan por la calle no es nada fácil«. Aun así, aseguró que «lo llevé bien. Si no lo hubiera llevado bien, lo hubiera dejado. Yo estoy en el Celta voluntariamente, no tengo necesidad del Celta para nada. Es a consecuencia de mi propio convencimiento y además no lo he hecho solo, sino con todo mi equipo. El mérito de llevar al Celta a donde está es de todos».
Carlos Mouriño también se refirió a uno de los peores tragos que le ha tocado pasar en su vida, el fallecimiento en un extraño accidente aéreo de su hijo Juan Camilo, que por aquel entonces era ministro de la Gobernación de México. «Era una persona encantadora, con una gran sonrisa que seducía a todo el mundo. Compartía esa felicidad con nosotros. Era una persona tremendamente preparada y muy interesada por todo lo que ocurría a su alrededor. Su carrera fue fulgurante. Coordinó la campaña de Felipe Calderón, posteriormente se fue de jefe de gabinete y de ahí saltó a ministro de la Gobernación. Posiblemente podía haber sido presidente de México», recuerda con cariño Mouriño, que matizó que «enterré a mi hijo, no al candidato a presidente. No me gusta mirar atrás y procuro recordarlo lo menos posible, aunque siempre lo tengo presente. Nunca lo logras superar».