El escritor José Ignacio Carnero (Bilbao, 1986) presentó este viernes en Vigo (Casa del Libro, 19:00 horas) su libro “Hombres que caminan solos”, un retrato de la «desorientación» y del «aislamiento» de una persona a lo largo de un año. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y abogado en ejercicio en Barcelona, el autor vasco presenta en la ciudad su segunda novela, que define como «la búsqueda de soluciones de diferente tipo de una persona que está pasando por una época anímica de su vida muy baja, una depresión». El protagonista de la novela viaja por diferentes países y escenarios. «Eso es un poco el retrato de esa pérdida, de ese dolor íntimo», señala. José Ignacio Carnero fue presentado en la Casa del Libro por la periodista viguesa Guada Guerra.
-¿Qué tiene esta segunda novela de autobiográfica y qué tiene de ficción?
-Es una realidad contaminada por así decirlo. En mi anterior novela (Ama, Caballo de Troya, 2019) todo el material era la realidad, las memorias de mi vida con mi madre y en esta no. Es una novela en la que hay una parte muy importante biográfica, autobiográfica pero hay otra de igual importancia que es puramente ficcionante, es decir que me he sentido más libre para hacer volar la imaginación.
-¿Sigue siendo muy difícil hablar de la depresión?
-Sí, supongo que sí, o creo que cada vez menos, porque es un tema que está encima de la mesa y que cada vez se oye más hablar de él. Tengo la sensación de que es un tabú que poco a poco se va superando, pero al mismo tiempo sigue siendo algo que no nos atreveremos a decir, que está mal visto. La sociedad premia al hombre y a la mujer fuerte, que avanzan sin reconocer sus vulnerabilidades, o una vulnerabilidad extrema como puede ser una depresión, y en consecuencia se castiga al que reconoce haber pasado por ahí.
-Esa incomprensión es de una gran crudeza…
-Claro, porque afecta a quienes somos, digamos que otras enfermedades no afectan a quienes somos. Si uno se rompe una pierna o tiene una herida, no supone mirarse al espejo y en consecuencia no supone darse cuenta de quién uno es o de como ese espejo está roto. Digamos que la particularidad de esta enfermedad es que nos enfrenta a nosotros mismos, que es algo que no ocurre con otras enfermedades del cuerpo. Una enfermedad se cura o no se cura, pero en este caso, de forma añadida, implica enfrentarse con uno mismo de una forma muy cruda. Creo que ese contemplarse a uno, no siendo uno, es lo que genera un dolor añadido o una de las causas, seguro que hay muchas.

-¿Considera que es todavía más complicado para los hombres?
-Sí, creo que es así. Creo que es un elemento a considerar dentro del privilegio que por lo general podamos tener los hombres. Si sufres una enfermedad o estado anímico como el que le ocurre al personaje de la novela, el enfrentamiento es todavía más duro porque el mandato y el rol tradicional del hombre fuerte, vulnerable que se tiene que mostrar ante los demás con respuestas, no se puede cumplir dentro de una enfermedad de este tipo. No puede uno ser como la sociedad le dice que es y digamos que eso es un plus de sufrimiento. No sólo está al que me refería antes de la propia enfermedad, si no el que conlleva en este caso el género, creo que algo de eso hay.
-¿Le parece que es una enfermedad relacionada con el estado del bienestar?
-Sí claro, pero qué enfermedad no tiene que ver con el estado de bienestar. Quiero decir que en un país del tercer mundo, el país más subdesarrollado que podamos imaginar, esa misma tesis sería aplicable. Una enfermedad coronaria o un cáncer en un estado desarrollado se diagnostica mejor que en un estado subdesarrollado. No se le diría a alguien que sufre una enfermedad coronaria: «Bueno, claro, tú porque estás en el estado de bienestar y como hay una serie de recursos para diagnosticarte una enfermedad de corazón pues entonces…». Pero en realidad esto en África no ocurriría, esto no se diría con respecto a una persona enferma de corazón. Sin embargo, con respecto a la gente que padece una enfermedad mental parece como que hay una sospecha. Como vivimos en un estado desarrollado: «¡Qué vicio tienes!». Esa misma tesis, ese razonamiento se puede aplicar a todas las enfermedades. A una persona que tenga una enfermedad coronaria: «¡Qué vicio tienes de tener una enfermedad de corazón porque como vives en un estado desarrollado»!. Sería exactamente lo mismo y no lo decimos. Ahí identificamos la consideración errónea que se tiene de la enfermedad en nuestra sociedad.
-¿Dónde nace su gusto por la escritura?
-Desde pequeño. Siempre que no conseguía explicar las cosas o entenderlas bien recurría a escribirlas. Y básicamente es lo que llevo haciendo, no he avanzado nada, estoy en el mismo sitio que estaba cuando tenía 10 años.
-Hay una frase muy buena en su libro y que sorprende, quizás desde la óptica periodística: «Escribir es engañar a los demás, fingir».
-Normal que te sorprenda, pues el periodista no puede ser subjetivo si no objetivo. Es casi su única obligación. Tampoco se le exige que sea un genio de la estética y de la utilización del lenguaje. La obligación del escritor, a pesar de que son dos oficios que podría parecer que consisten en lo mismo, es contar una historia y ponerse delante del ordenador y hacerlo. Las obligaciones son radicalmente distintas, el periodista tiene que ser objetivo y el escritor tiene que ser radicalmente subjetivo, es decir, tiene que analizar las cosas desde una mirada y desde una subjetividad y así puede hacer una buena novela. Si no es una crónica, otra cosa que no es el género de la novela. En mi caso particular incluso, tratando temas en mi anterior novela que era la no ficción y en esta que tiene un componente muy importante de autobiográfico, sin embargo la forma de escribirlo no es la de un periodista o la de un cronista si no la de un novelista porque hay una mirada, una subjetividad, un engaño continuo, entonces todo tiene que ser así, todas las novelas son un engaño.
-¿Cuál es la solución contra la depresión?
-Si hay algo reparador, sanador o que tiene algún tipo de efecto en el protagonista de la novela es el afecto o el amor en el sentido más amplio de la palabra. Eso sí que puede llegar a tener algún efecto y los medicamentos, claro. Somos seres sociales y por muy desorientado, aislado, individualista, ajeno al mundo que sea uno, en definitiva, la depresión es un lugar de oscuridad, de soledad, entonces hay que romper con eso y cierto camino se puede emprender por ahí y eso puede estar en la novela. Tampoco lo calificaría de solución pero sí de cierto camino.
-¿Esta novela tiene continuidad con el anterior libro?
-Son independientes, lo que pasa es que la voz del narrador, de quien cuenta la historia, es la misma. El que lea uno u otro libro identificará muchas cosas y dará una lectura diferente, pero vamos me estoy encontrando con la mayoría de la gente que ha leído este libro que no ha leído el anterior y hay gente que sí ha leído el anterior y no leerá este. Son novelas diferentes pero digamos que la mirada, el narrador, es el mismo pero la historia que se cuenta es radicalmente distinta pero bueno no sé. Es decir, si alguien la lee y le gusta pues creo que es interesante leer la otra pero que son independientes.
-¿Ya está trabajando en su próxima obra?
-No, no. Durante el año se me hace muy complicado escribir, porque no saco tiempo por el trabajo. La pandemia tampoco me ha venido bien al no tener vacaciones, pues es cuando realmente desconecto y tengo ganas de escribir y es cuando hago una desconexión muy radical con respecto al trabajo. Es muy exigente y que también tiene que ver con escribir y con pensar, entonces no encuentro espacio y el fin de semana llego muy cansado. Necesito cierta felicidad para escribir y esa la tengo en vacaciones básicamente. Digamos que el grueso, el material bruto de esta novela la escribí en Buenos Aires, cinco semanas que estuve allí. Ojalá que pronto pueda encontrar otro espacio así. Eso con respecto a un proyecto, escribir siempre estoy escribiendo. Escribo cosas inconexas, fragmentarias sin ninguna pretensión. Cuando uno quiere hacer una novela digamos que tiene un proyecto en marcha, eso no lo tengo. Pero bueno, tampoco lo tenía la semana antes de irme a Buenos Aires… Necesito sentirme contento y feliz, con ganas de escribir. Suele ser en vacaciones, a ver este agosto si consigo atarme a algo, quizás, ya veremos.
-¿Necesita separarlo de la actividad profesional?
-Sí, necesito poner una barrera que sea muy clara. No consigo hacer un paréntesis de unas horas, necesito días por delante y que sea una separación muy radical, ya te digo, para hacer algo serio, novelas. Quiero hacer mis cositas que voy escribiendo y luego lo guardo ahí en el tronco, sí tengo cientos de cosas escritas, eso lo hago todos los días, pero digamos que una novela exige mucha concentración y en consecuencia separarlo bien.