Ha fallecido Frederick Forsyth, autor de algunas de las novelas de espionaje más leídas de todos los tiempos, y cuya vida fue aún más interesante que sus escritos.
Durante años, mi padre le regaló a todo el que tenía ocasión un ejemplar de Los perros de la guerra. Daba igual si la excusa era un cumpleaños, la Navidad o el nacimiento de un hijo. Él siempre consideró que ese libro debía estar en todas las casas y que todo el mundo tenía que leerlo, precisamente por la manera tan realista en la que su autor contaba la vida de unos mercenarios y la ligereza con la que un magnate los contrataba para derribar un gobierno en África y poner en su lugar a otro que lo beneficiara económicamente. Y esa creía mi padre que era la manera más fácil de explicar cómo se mueve el mundo: siempre le pareció mucho mejor dar a leer una novela de aventuras que soltar un discurso cansino de intelectual.
Y es que realmente las novelas de Frederick Forsyth son un referente mundial en la literatura de espionaje, solo igualadas por las de John le Carré y unos pocos nombres más. Forsyth tenía plena conciencia de lo que estaba escribiendo, porque fue periodista antes que escritor y también espía para el MI6, como algunos de sus personajes, de forma que sabía de primera mano cómo actuaban los de ese gremio.
Nació en 1938 en Ashford, Kent (Inglaterra), y estudió en el prestigioso internado Tonbridge School y también en la Universidad de Granada. Realizó una formación militar en la Royal Air Force, de la que se convirtió en uno de sus pilotos más jóvenes, con solo 19 años, labor que abandonó en 1958 para trabajar como reportero en distintos lugares de guerra. Su empleo más significativo fue para la BBC, con la que se desplazó a África en 1967 para cubrir el genocidio que estaba teniendo lugar entre Biafra y Nigeria. La cadena le ordenó retirarse para dar mayor cobertura a la guerra de Vietnam, a lo que Forsyth respondió dimitiendo y volviendo al lugar para trabajar por libre. También en esa época comenzó a servir en el MI6, según él por convicciones, no porque recibiera dinero a cambio. Siempre fue una persona de creencias firmes, que ponía por delante de lo económico, y a consecuencia de ello se decidió a escribir un libro de no ficción en 1969: The Biafra Story (La historia de Biafra).
A partir de eso le llegó la idea de escribir novelas, según contó por unos apuros económicos tremendos, no por convicción, al menos al principio. Y lo hizo con el detallismo de un corresponsal, tomando ideas de sus años de trabajo por el mundo y de los asesinos, terroristas y espías a los que había tenido que conocer. En 1970 publicó The Day of the Jackal (Chacal o El día del Chacal), tal vez la mejor novela de espionaje de todos los tiempos. Cuenta la historia de un asesino a sueldo que recibe la oferta de asesinar al presidente de Francia, Charles de Gaulle, por orden del grupo de extrema derecha Organisation de l´Armée Secréte (OAS). El realismo con el que Forsyth narra el procedimiento del atentado, cómo el asesino estudia el lugar donde va a ocurrir todo, la compra del arma, la falsificación de documentos, la persecución por parte de la policía y el duelo permanente entre el mercenario y el inspector que lo investiga se han convertido en la base de cualquier narración de este tipo. Hoy en día resulta imposible escribir cualquier historia sobre un atentado sin que necesariamente remita a Chacal, y eso es algo reservado a muy pocas obras en la historia de la literatura.
Forsyth construyó su carrera a base de mezclar lo mucho que sabía sobre espionaje con una serie de tramas ágiles, actuales y provocadoras, en las que no había buenos ni malos puros, y esos tonos grises enganchaban al lector hasta la última página. Evitaba la escritura florida y se centraba en edificar historias potentes de agentes secretos demasiado verosímiles, hasta el punto que muchas novelas parecían informes secretos que solo él se hubiera atrevido a desvelar. Después de Chacal llegaron Odessa, Los perros de la guerra, La alternativa del diablo, El cuarto protocolo, El negociador, El manipulador, El puño de Dios, Vengador, El afgano, Cobra, La lista o El Zorro, todos ellos best–sellers internacionales y en muchos casos llevados al cine y la televisión en repetidas ocasiones.
Forsyth pudo disfrutar del éxito que acarreaban sus novelas, del cariño y admiración del público y de una vida opulenta que recordaba en cierta forma a la del otro espía británico, el más famoso de todos, el del doble 00. Supo disfrutar y otorgar a sus lectores momentos de placer que los alejaban por un rato de los problemas de la existencia cotidiana. Y a cambio los introdujo en historias de contrabando, asesinatos a sueldo, lavado de dinero, guerras tecnológicas y luchas por el poder.
Frederick Forsyth dejó este mundo el pasado día 9 y creo que esta es una ocasión maravillosa para que vuelva a leer Los perros de la guerra.