La Praza de Compostela (Alameda) de Vigo se han convertido durante semanas en el parque de la fritanga. El llamado mercado de Navidad que se ha instalado en su superficie viene a ser, en su inmensa mayoría, un conjunto de puestos de venta de bebida y de comida que contribuye, además de los inevitables desperfectos que provocan las instalaciones y su uso, una fuente de olores intensos que se difunden por el entorno y que se cuelan en las casas. No queremos imaginar la fauna que puede salir a la superficie cuando llegan las horas nocturnas del cierre y los contenedores y bidones de desperdicios están llenos a la espera de su recogida, suponiendo, además, de que todos los jardines queden perfectamente limpios de residuos; terrorífico.
Cabría preguntarse a dónde van a parar los beneficios económicos de ese gran negocio que la ciudadanía viguesa no llega a percibir de ningún modo, y cabría preguntarse, también, por qué tanta insensibilidad con una zona tan insigne en la memoria de la ciudad, pudiendo hacer lo mismo en un descampado a donde, sin duda, seguirían yendo los mismo usuarios, que nada tienen que ver, por cierto, con la propia ciudadanía viguesa, que huye despavorida de esas masificaciones. Y quien dude de todo esto lo tiene muy fácil: un simple paseo por el mercado de esa alameda observándolo todo, oliendo a fritanga, y cuidando de no pisarle el rabo a ningún bicho.























